Mirando las estrellas, sé muy bien
cuán poco les importa que me vaya al infierno,
pero la indiferencia del ser humano o de la bestia
es lo que menos deberíamos temer en este mundo.
¿Nos gustaría acaso que las estrellas se incendiaran
con una pasión hacia nosotros que no pudiéramos corresponder?
Si no es posible que entre nosotros haya igual afecto,
dejen que sea yo el que más ame.
Por muy admirador que yo imagine ser
de las estrellas, a las que esto tiene sin cuidado,
no puedo afirmar, al mirarlas ahora,
que durante todo un día eché de menos a ninguna.
Si todas las estrellas desaparecieran o murieran,
yo debería aprender a contemplar un firmamento vacío
y a sentir que esa absoluta oscuridad es sublime,
pero lograrlo podría tomarme cierto tiempo.