Revista Cine
Director: John Ford
Así es: comienza febrero y comienzan nuevos propósitos, aunque mejor dicho, estos nuevos propósitos son retomar los viejos propósitos, es decir, continuar con la filmografía de John Ford, que la dejamos muy apartada allá por inicios de noviembre del año pasado. Tenía pensado retomar su filmografía con "The quiet man", pero en virtud del tiempo (entre aquélla y ésta apenas hay veinte minutos de diferencia; el asunto fue la disposición del tiempo, que no me permitió más de dos horas libres), pensé que "What price glory", que también es del '52, no hace ningún daño. Ningún daño en lo absoluto: excelente la película protagonizada por el magnífico James Cagney y vaya que se siente bien volver al cine de Ford.
Primera Guerra Mundial y los estadounidenses van a Francia a combatir. En un pequeño pueblo se encuentra el regimiento de James Cagney, que entre otras cosas, viven simpáticos enredos que se van entrelazando con el llamado de la guerra.
"What price glory" es un remake de la película homónima que Raoul Walsh (otro nombre insigne) hizo el año 1926, que a su vez estaba basada en una obra de teatro. La cosa no llega hasta ahí, pues unos años más tarde Walsh dirigió dos secuelas: "The cock-eyed world" y "Women of all nations". "Hot Pepper" fue la última secuela producida, sólo que Walsh no fue el director sino John G. Blystone. Todas comedias con elementos de musical. La versión de Ford, aunque se planeó de esa forma, no es un musical, pero sí es una comedia; mezclada con sus buenos momentos de drama (como bien sabe hacerlo el buen Ford), pero comedia primordialmente.
Como su nombre indica, "What price glory" trata sobre los sacrificios de la guerra, sobre cómo el servicio a la nación está por sobre todas las cosas, entiéndase mujeres (amor, lujuria, etc.), vicios y, ciertamente, sueños... y la vida misma, claro, que no siempre se pueden esquivar las balas y tener la fortuna de estar lejos de una granada o una bomba, por no habar del hambre y las enfermedades. La guerra está retratada como una fuerza mayor, superior a los hombres, cuya voluntad debe obedecerse sin importar qué. A pesar del tono reprobable que tienen las líneas previas, la película no está planteada como un alegato anti-belicista, o al menos dicha intención no se encuentra en primer plano: sí, tenemos que renunciar a nuestros sueños y lo que apreciamos, sí, es probable que perdamos la vida y que también lo hagan nuestros mejores amigos, sí, todo es muy horrible, pero, si bien claramente el film no es pro-belicista, ulteriormente se realzan valores como la lealtad, pero ojo, no en un sentido patriotero sino más bien acotado a los hombres mismos y no los ideales: hombres que están hartos de la guerra, hombres que están aburridos (hasta el punto de tomarse todo como broma) de la burocracia militar, hombres que están cansados de ir y venir, pero hombres, al fin y al cabo, que se mantienen juntos y que pelean, en primer lugar, para proteger a sus compañeros; después de todo, cada misión se hace para tener una semana de permiso y no ir al campo de batalla, para ir al bar y cantar con una sola voz. ¿John Ford un sujeto patriotero y marioneta del tío sam? Sí, claro... Spike Lee adhiere a tal sentencia, pero... ¿quién demonios es Spike Lee?
Ahora bien, con esta base sustancial de fondo, Ford lleva a cabo una hilarante y desacomplejada comedia. No vale la pena describir por qué es tan graciosa, simplemente me limito a decir que estos gringos en ese apaciguado pueblo francés tienen muchos enredos y amores y lo que sea, retratados con genuina humanidad y notable sentido del humor. Si hasta encontramos escenas de inconmensurable belleza y sensibilidad (nada sorpresivo por parte de Ford), como cuando la chica francesa le canta una canción al tipo que tuvo sarampión. Todo es así de encanthasta que hay un quiebre, que es cuando comienzan a aparecer las escenas más amargas y desoladoras, las que lo dejan a uno con un nudo en la garganta: del paraíso al infierno, veloz y brutal transición que plasma toda la crítica a la guerra a la vez que fortalece aún más la construcción de los afectos y compañerismos en tiempos de crisis, ojo, sin perder el sentido del humor (como cuando Cagney va a buscar a un oficial alemán) pero sin excederse y perder de vista la esencia del relato, que es la candidez humana. Destaca la sequedad y contundencia con que los hechos violentos ocurren, que contrastan elocuente pero llamativamente con el tono jovial del filme: se puede celebrar y de un momento a otro, ¡zas!, ya no hay nada que celebrar.
De James Cagney no se puede decir nada nuevo salvo que es un actor enorme. Me ha gustado mucho la actriz que hace de Charmaine y Dan Dailey, que protagonizó "When Willie comes marching home". También me parece notable todo lo que Ford construye a partir de un triángulo amoroso. Quizás "What price glory" sea lo que se llame una "obra menor" de Ford, pero es un Ford en plenitud de forma y uso de sus facultades el que nos entrega una excelente, no menor, película de gran ejecución e importante discurso. Es divertida, es dura, es una gran película, es de Ford.