Whatsapp ha entrado en nuestras vidas de manera arrolladora. Si hace cuatro años años era un experimento entre avezados usuarios dispuestos a probar las apps más curiosas que van saliendo al mercardo, en la actualidad es un software presente en cualquier smartphone que se precie. La empresa, adquirida por Facebook, se consolidó de manera imparable en el mercado, desbancando a otras opciones que lo superaban en cuestiones de fiabilidad y seguridad. Sin embargo, el marketing es más importante que tecnología, y hoy podemos afirmar que está presente en la mayoría de los teléfonos. Pero no vamos a hablar ni de sus carencias ni de sus bondades, sino de cómo afecta a la comunicación humana.
La aplicación nos abre una ventana de comunicación inmediata con el mundo, ya sea para actuar como emisores como receptores. La información puede ser bilateral o multilateral, según nos comuniquemos con un usuario o con un grupo. Los grupos pueden convertirse en saco roto, en un ecosistema depredador a medida que se van ampliando. Porque, inicialmente, podemos pensar que un grupo se crea entre una serie de usuarios con una serie de vínculos comunes, como un grupo de amigos, familiar, un club deportivo o social... Sin embargo podemos acceder a grupos en los que al relación entre sus miembros no es directa, y es aquí don de puede iniciarse el conflicto. Es lo que ha venido pasando, como hemos podido leer en diversas noticias, en los grupos de padres de alumnos de una misma clase. No necesariamente todos los chicos tienen que tener una buena relación entre ellos por el mero hecho de ser compañeros de aula, pero menos evidente es que las relaciones entre los padres de todos ellos deba ser buena.
El grupo de aula puede generar tensiones por ser un amplificador inmediato de la noticia como afirma un profesor del CEIP Escola de la Concepció, de Barcelona "Antes, si un niño se caia en el patio, al cabo de una semana todos los padres lo sabían. Ahora la noticia de ese accidente se expande en un minuto". De esta inmediatez parte también Francisco Núñez, sociólogo de la UOC, porque "unida a la descontextualización de los mensajes, puede acabar provocando, que el grupo de WhatsApp se convierta por unas horas en la plaza pública en la que se carga contra un determinado profesor o contra la dirección del centro". Núñez repara también en la importancia de distinguir entre la esfera privada y la pública, entre variable multilateral/bilateral que mencionábamos en el párrafo anterior. "Cuando uno hace un comentario, contando que tu hijo se ha caído en el colegio, tú lo haces desde tu contexto. Puedes estar tomando un café con otros padres o de camino al trabajo. Y en ese contexto, lo que escribes, tiene un significado determinado. Pero al mandarlo al grupo de WhatsApp, entra en un espacio público, tu mensaje puede ser copiado y reenviado a otros foros, y llega de forma inmediata a otros móviles, a otras personas que están en otros contextos y entonces, la información se lee de formas muy diferentes. Y eso da lugar a los malentendidos, las ofensas, el sentirte agredido, el pensar¿pero qué dice este?, ¿que se ha pensado esta madre? O ¿qué se han creído los profesores? "
No sólo se generan linchamientos hacia terceros, profesores en este caso, sino que esa falta de contextualización puede lleva a enfrentamientos entre miembros del grupo que posiblemente ni se conocieran a priori. En estos casos prima la sensatez, y hay que tener en cuenta de que, a pesar de la sensación de impunidad que nos proporciona el teclado, nos encontramos antes una herramienta de comunicación muy importante y nuestras comunicaciones, a diferencia de lo que pasa con las palabras, no se las lleva el viento, sino que quedan registradas en los teléfonos de otros usuarios, y que desde allí, pueden pasar de manera viral hacía un escenario que nunca hubiéramos imaginado que llegaría cuando escribimos el mensaje.[+info]
[siete profesores expedientados por conversación en whatsapp]alfonsovazquez.comciberantropólogo