Un joven murciano ha sido detenido por llevar a cabo una estafa en red. Sin embargo, podemos afirmar que los estafados merecían su castigo. Facebook o Tuenti se han convertido, en gran medida, en alcahuetas digitales, e, impregnados de esta filosofía, muchos usuarios quieren saberlo todo de sus vecinos y amigos. Y este fue el principio que el joven estafador siguió para desarrollar su plan. Ofrecía una aplicación para espiar las conversaciones de WhatsApps ajenos. La aplicación no existía, pero en solo dos meses permitió al "programador" ganar 40.000 euros con su venta gratuita.
¿Paradójico? El negocio no estaba en la venta, pues la aplicación fantasma se ofrecía a coste cero, sino en la captura de los datos de los estafados. Inicialmente se hacía necesario promocionar el producto. El joven diseño una web con la misma apariencia que una popular red social juvenil, donde los incautos, cotillas o ávaros estafados acudían e introducían ingenuamente sus datos (usuario y contraseña) con la espera de conseguir la omnipresencia digital. Así capturó miles de cuentas, desde las que ofrecía"su producto". Y el efecto viral ayudó al joven a que su web se hiciera popular entre los cibernautas españoles.
Hasta aquí sólo hemos visto la "puesta en sociedad" del negocio. Una vez visualizado el anuncio-evento enviado desde las miles de cuentas robadas, el interesado acudía a la web donde se descargaba la aplicación. Allí se le pedía que introdujera su número de teléfono móvil. Y aquí comienza el engaño, ya que el fisgón lo que había hecho no era descargarse ninguna aplicación, sino que se había suscrito a un servicio de mensajería premium, un servicio controvertido por el que se paga entre 1,5 y 7 euros por cada sms recibido. Y era de esta manera que el desarrollador de la estafa recibía comisión por cada incauto, a modo de royaltie.
En esta estafa no es la avaricia pecuniaria la que ciega al estafado, sino el afán de intromisión en comunicaciones privadas de otra persona. Y eso es delito, por lo que tanta culpa tiene el estafador como los estafados.alfonsovazquez.comciberantropólogo