Revista Cine

‘White God’ o ‘La venganza de los perros asesinos’

Publicado el 05 agosto 2015 por Maresssss @cineyear
Publicado en opinamos, películas / por Pablo R. Montenegro / el 5 agosto, 2015 a las 9:38 am /

“White God”, dirigida por el húngaro Kornél Mundruczó, me parece una película respetable, digna y con su propia belleza, pero que falla notablemente en su intento de contar una historia en sí misma inverosímil de mil maneras distintas. Estamos ante una historia con un protagonista animal que se comportará, por momentos, como el personaje animado de una película de Pixar, con secuencias cuyas puestas en escena son características de una película familiar, una de esas en las que el perro se hace amigo de otros perros y juntos escapan de las malvadas garras de sus captores.

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Un viaje aleatorio del protagonista perruno a través de una ciudad repleta de caricaturas estereotípicas: el vendedor malvado que odia a los perros, de tal modo que es capaz de olvidar su puesto para perseguirlos y atacarlos con su machete de carnicero en pleno mercadillo, el avaro sin escrúpulos que ríe maquiavélicamente ante el placer que le produce maltratar a los perros con los que pretende enriquecerse, los trabajadores de la perrera local que mantienen un duelo con los perros vagabundos tan intenso que parece más bien un asunto de índole personal contra el animal protagonista. Y así un continuo etcétera.

Esto no tiene por qué estar mal, por supuesto. De hecho, una vez se comprende que, pasados los primeros quince o veinte minutos, la cinta apuesta por este tipo de historia y contada de esta forma, uno puede relajarse y simplemente empezar a disfrutar de este cuentito audiovisual sobre la niña y su perro perdido.

Pero entonces, sucede lo inesperado.

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Lo que estaba siendo un cuentito sobre las peripecias de un perro bueno se va a transformar, inesperadamente, en una especie de secuela de película de terror gore de serie B. Algo así como “La venganza de los perros asesinos”. Una sucesión de secuencias en las que unos perros totalmente normales irán uno a uno asesinando a todos aquellos malvados que han hecho daño a su líder, el chucho principal, con una realización estereotípica y bastante facilona.

¿Qué es tan espectacular? ¿Qué es tan digno de los más elevados elogios por parte de tantos críticos? ¿Una secuencia con un montón de perros domésticos, de distintas razas, corriendo a sus anchas por una ciudad vacía cual si acabara de suceder un desastre pre-apocalíptico?

Si queremos jugar a construir una situación tal que los perros, de pronto, se convierten en astutas y feroces máquinas de matar y someten a toda la población, buscando provocar una sensación sólida de terror y realismo, tal vez deberíamos o no ser explícitos y jugar a la discreción y la sugerencia, o contar con los medios técnicos necesarios como para recrear de manera creíble a toda una jauría de perros de todas las razas (previo estudio de “a ver cómo conseguimos que los caniches también den miedo”) poniendo patas arriba una ciudad entera. No podemos jugar a fútbol siete con bolas de petanca.

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Así, lo que podría haber sido tal vez una versión interesante de un cuento sobre la epopeya de una niña y su perro se convierte en una mescolanza extraña, con personajes correctamente interpretados, una línea estética atractiva y una intención encomiable, pero sin fuerza ni cohesión, rozando lo ridículo y lo aburrido más a menudo de lo que me gustaría admitir.

Como ejercicio cinematográfico experimental, muy bien.

Como película galardonada en Cannes, vendida como una magistral maravilla y adorada por críticos de Variety o The New York Times con sentencias grandilocuentes, incomprensible.

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