De todas las grandes películas de Luis Buñuel, son seguramente las dos que filmó en habla inglesa, "The adventures of Robinson Crusoe" y "The young one", las que menos atención han despertado. Como sucede con Renoir, quizá también con Ophüls - con la excepción de "Letter from an unknown woman" y seguramente debió influir desde siempre que fuese una adaptación de Stefan Zweig, europea, de prestigio y no un film de género - el reconocimiento otorgado a - y que merece - esa parte de su filmografía ha solido caminar a un ritmo más lento, con pertinaz puesta en duda de cualidades dadas por asentadas antes de acometer el reto - lleno de desconfianza desde el mismo momento en que se supo que probarían suerte, un poco como sucede ahora con las aventuras francesas (algunas veces y por desgracia con razón: la pésima "Visage" de Tsai Ming-liang), de directores orientales.Diría que es más fácil encontrar reales o potenciales partidarios a estas alturas de "Robinson Crusoe", cuyo mayor hándicap es que es una de las películas menos vistas de su obra, orillada por prejuicios apriorísticos (y sin fundamento porque la afinidad con los cuentos, las historias de aprendizaje, estaba ya presente en "El gran Calavera", "El bruto", "La ilusión viaja en tranvía", "Subida al cielo", "Don Quintín el amargao", etc.) sobre la adecuación de la gran novela de Defoe al universo buñueliano. Es una adaptación elíptica, fulgurante, modélica."The young one" (de producción más mexicana que americana) en cambio la conoce casi cualquiera que se ha interesado por su carrera y aún así permanece en ese pelotón de las obras atípicas (que automáticamente se etiquetan como no del todo logradas), impura, con interés no más que complementario.
Para mí, que siempre me parecen muy interesantes y reveladoras las salidas del "hábitat" natural de un cineasta, que a veces prueban sus fuerzas, muestran nuevas habilidades o recursos y hasta consiguen engrandecer y reforzar su potencia creadora si consiguen tener éxito aunque se trate de una victoria interior, poco entendida o hasta pírrica, Buñuel, nómada involuntario, es un canon.
Por supuesto hay resultados para todos los gustos, pero, por ejemplo, creo que sin los sinsabores de la última parte de la carrera en Estados Unidos de Fritz Lang, hoy día no tendríamos o no serían tan grandes ni "Der tiger von Eschnapur/Das indische grabmal" ni "Die tausend augen des Dr Mabuse". Es también significativo comprobar lo bien que consiguió ambientar Ingmar Bergman su "The serpent´s egg" en la Alemania pre-nazi, rodando en inglés y alemán, sin alejarse y hasta dando una nueva dimensión a sus temas y obsesiones, quizá por reducir los diálogos casi a la minima expresión, demostrando una versatilidad admirable. Y Abbas Kiarostami acaba de hacer su mejor película en un pueblito de la Toscana y hablada en francés, inglés e italiano.
"The young one", que sería más apreciada de haberla firmado Tourneur, Fuller o Vidor y que como "Robinson Crusoe", demuestra que Buñuel era consecuente cuando mencionaba a "White shadows in the South Seas" entre sus películas favoritas, es en mi opinión una de sus obras maestras.
Tal vez le ha perjudicado que haya sido repetidamente catalogada como una obra de encargo fallidamente erótica y exótica - que es precisamente lo que no es - en lugar de ser vista como un drama primitivo, sobrio y tenso, con un vociferante y sucio Zachary Scott, lo más cercano a un western que nunca hizo, mejor y bastante más atrevido, menos recurrente a "marcas registradas" que "Viridiana", que sí lo colmó de premios al año siguiente.Y es desde luego uno de los mejores retratos que el cine ha dado sobre la intolerancia que nace de la ignorancia, encarnada en la versión rural de aquellos desheredados que dejó la Segunda Guerra Mundial y que poblaron tantos thriller de los 40 y 50, incluído el negro Traver, que podría haber sido, de haber podido regresar a Estados Unidos, el mismo de "Senza pietá", "Paisá" o "Vivere in pace".Al no centrar el punto de vista en el personaje inocente e inexperto (quizá con algún tipo de retraso) que interpreta la efímera actriz Key Meersman, ni tan bonita ni catalizadora de los acontecimientos - como sí lo fue la protagonista de "Susana" unos años antes - evitando que surjan comportamientos ocultos o embarazosos que pudieran dar pie al humor o la ironía, "The young one" es la más seca de sus películas, donde conceptos que suelen generar debates éticos como el racismo o el estupro son presentados de la forma más brutal, como puros impulsos salvajes de quien no conoce o se sabe lejos de la civilización y su moral, quizá la más exacta de las encarnaciones de la revolución de los dictados de la psique sobre las costumbres y las cortapisas sociales.
Sobre esa masa de deseo y violencia que se abre paso con perfecto clasicismo, bellamente encuadrada pero sin ese efecto mágico de "The night of the hunter", de la que parece inspirarse en planos exteriores, poco tiene que "corregir" y menos aún espiritualizar el sacerdote que aparece (con traje y corbata, bien peinado, limpio, urbano, equilibrado) a la hora de película, una especie de contracopia del personaje atormentado que interpretara Paco Rabal en "Nazarín".
En aquellos inhóspitos y sordos manglares no queda lugar para orden alguno y el fracaso de cualquier intento por establecerlo, como en "Wind across the everglades", conlleva el riesgo de terminar comprendiendo y adoptando las conductas que se quieren reconducir.
Buñuel, como siempre hizo y a diferencia de Ray, lo resuelve sin tragedias, insuflando aún si in extremis ese tipo de humanismo con el que se identificaba, asocial, impulsivo y, cuando fuese posible, epicúreo.