"I know you want me to disappear
I know you might come back to see me here
You know where I rest all night long
Hopefully you'll drop by some time"

Si tienes 18 añitos y te pones a componer canciones por las noches mientras por las mañanas asistes a clases de literatura en la facultad, puede que el resultado no pase de ser algo curioso. Si tu prototipo del encanto se llama Serge Gainsbourg y además idolatras a The Smiths, Lou Reed, The Cure o The Vaccines, entonces tu bagaje musical puede hacer de tus composiciones algo más interesante. Si encima eres hijo de un parisino y una taiwanesa y has vivido a caballo entre Los Ángeles y Nueva York, tienes lo que te faltaba para que las canciones tengan el toque exótico y cosmopolita necesario para que gusten a un mayor número de gente. Y si, para acabar, tu libro de cabecera es El hombre y sus símbolos, de Carl Jung, la genialidad está al llegar.

En el tema que hoy presentamos, por ejemplo, Alexander ruega a un ser que se nos antoja ausente en un tono despreocupado que no le abandone definitivamente, pero parece como si no le pusiera la pasión necesaria. La languidez con la que manda su mensaje a quien parece que pasa de él contrasta con el supuesto desgarro que debería causar esa indiferencia -ya está el inconsciente jugando malas pasadas...
Junto a Paul Megna y Devin Greenwood, Sacha (o Alexander, como ustedes quieran) lleva unos cuantos meses grabando temas para lo que suponemos un primer álbum, y de vez en cuando nos deleita con una pequeña pieza para poder ir probando de ese curioso brebaje que cuando llega al vaso, se presenta de un color transparente que oculta la gran cantidad de ingredientes que lo forman. El sabor es profundo e intenso, casi casi como los sueños de los que nace. ¿Quién teme ahora a Carl Jung?
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