Julián Assenge, fundador de Wikileaks, se ha entregado esta mañana a la policía británica. Trata de que no le envíen a Suecia donde tiene acusaciones por dos violaciones y de donde USA puede pedir que le extraditen. El verdadero delito: Haber puesto a disposición de los medios de comunicación hechos reales contrastados. Haber servido de mensajero.
Es curioso ver cómo el Imperio contraataca y cómo es capaz de activar todos sus medios ofensivos contra quien se atreva a desenmascararle. Paradójicamente hablamos del Imperio, cuya mayor conquista, dicen ellos, es la libertad de expresión.
De todo lo que ha sacado a la luz Wikileaks, el gobierno americano no ha podido encontrar ni una noticia falsa. Solamente alega que “se hace daño a su prestigio y a personas y organizaciones”. Cuando lo que está haciendo Assenge es publicar los cables que ha conseguido y que han sido material de trabajo del mismo gobierno, desde la Secretaría de Estado.
A pesar de reconocer que las noticias son reales, el Imperio es incapaz de consentir el ridículo que significa este culebrón, donde se descubren actos, pensamientos y opiniones sobre hechos y personajes, con cuyos nuevos capítulos nos desayunamos todos los días.