Revista Comunicación

Wikileaks, un buen comienzo para el periodismo

Publicado el 02 diciembre 2010 por Jackdaniels

Parece mentira que los periodistas sean los primeros en sorprenderse por el hecho de que la información sea un arma eficaz contra el poder establecido. Wikileaks lo único que ha hecho es lo que se debería haber gestado, orquestado y realizado desde las redacciones de los medios y, de paso, darnos una gran lección que nos ponga al día sobre cuál es el verdadero poder de la información y ha relegado a los periodistas a ser simples distribuidores de la misma. Nada que ver con el trabajo periodístico que se hizo en el Watergate.

Como ha escrito Juan Varela, Wikileaks es una enmienda a la totalidad de la mayoría del periodismo actual, la mayor crítica al periodismo convencional. Y supone una severa derrota; un Estado extranjero vulnera la soberanía nacional y empaña dos de los pilares sobre los que se sustenta la esencia de la democracia y el periodismo nacional, nosotros, sin enterarnos o mirando para otro lado. ¿Alguien se ha puesto a pensar qué cara se le habrá quedado al ciudadano de a pie? ¿A qué se aferrará su esperanza, con la que está cayendo, si los periodistas también le fallan?

Deberíamos detenernos a pensar qué hace que Bradley Manning opte por poner la información en manos de la organización de Assange y no de los poderosos medios de comunicación americanos. Es toda una señal inequívoca de lo que hasta ahora han sido las relaciones de los periodistas con sus fuentes y del eco dado a las informaciones que éstas les han proporcionado. ¿Nos hemos preguntado alguna vez a cuántas fuentes hemos condenado al silencio con este tipo de actitud? ¿Cuántas verdades se han tapado con mentiras prefabricadas?

Se excusan en que la información puede poner en peligro la vida de muchas personas. En este caso, lo único que corre peligro es el status quo del poder, el mentir y ocultar información a la ciudadanía con la complicidad interesada de los medios, que se tragan como sapos las verdades veladas de los gobiernos. Por eso se utilizan palabras como “traición” y “terrorista” a la hora de calificar a su promotor, porque el sistema se queda al desnudo ante los ciudadanos y sufre en sus carnes el vértigo del miedo. Y eso es precisamente lo que los medios no han sabido desvelar y, en ocasiones, han contribuido a ocultar. Se les olvidó, incomprensiblemente, mirar por el ojo de la cerradura y escuchar detrás de la puerta. ¿Alguien se ha preguntado qué ha sido de las anteriores filtraciones sobre las guerras de Irak y Afganistán? Absolutamente nada.

El mismo Assange nos declara impotentes, por eso considera un agravio que lo tilden de periodista. Entonces, ¿por qué facilita la información a cinco grandes medios de los considerados tradicionales? Para ridiculizarlos, para que, publicando la exclusiva, escenifiquen su propia incapacidad. Assange ha conseguido la burla suprema del periodismo con la complicidad de los propios periódicos, que le proporcionan el eco necesario para ello. Está claro que conoce a la perfección el modus operandi de los medios. Los medios nos venden esto como un gran triunfo del gran periodismo, del de verdad, cuando no es más que un streep teese para mostrar en público sus vergüenzas.

Escribe Pepe Cervera que la cruzada de Assange tiene como verdadero objetivo “cambiar el mundo obligando a los gobiernos y a los grupos de poder a modificar su modo de actuar”, toda una revolución que ha abierto muchas puertas a la esperanza entre la ciudadanía. A mí me gustaría pensar que también cambiara la manera de actuar de los medios y de los periodistas, que el mundo no vuelva a ser lo que era, ni el periodismo tampoco. Y éste puede ser un buen comienzo para ello.

En aras de la seguridad de las vidas de algunas personas, los propios medios reconocen que han sometido a un filtro riguroso la información. Esperemos que sea el único, que aprendan de errores pasados y que pongan el resto de la información al servicio de la ciudadanía y de la democracia. Porque el hecho de que un Gobierno abuse de la confianza que le han otorgado los ciudadanos y se extralimite en sus funciones es, además de suficientemente relevante y noticioso, de una necesidad vital para que el ciudadano pueda ejercer la democracia en plena libertad.


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