Quizá convenga hablar brevemente de la génesis del texto en cuestión con la finalidad de mostrar cómo es que se trata de un escrito muy particular y que fue pensado desde el inicio como la agrupación de todo el pensamiento que había desarrollado durante varias décadas. En una carta escrita en el otoño de 1906, decía William a su hermano Henry:
“[...] vivo en aprehensión por miedo a que el Vengador me detenga antes de poder dar a la luz mi mensaje. No porque el mensaje sea particularmente necesitado para la especie humana, la cual puede vivir perfectamente bien sin ningún filósofo; pero objetivamente odio dejar los volúmenes que ya he publicado sin su complemento lógico. Es una tragedia estética el tener empezado un puente y detenerlo en la mitad del arco”[1].
Durante el año académico 1905-1906, James se encontraba muy ocupado con su labor de conferencista público; sin embargo, la idea de “El Libro” seguía siendo materia constante de sus pensamientos, al punto de que preparó dos borradores. Ya para este momento, en el derrotero intelectual del filósofo las cosas estaban cada vez más claras y la necesidad de poner por escrito aquellas ideas que había enunciado innumerables veces en sus conferencias se hacía patente. Muchas nociones podrían no estar completamente desarrolladas, pero lo que cada vez resonaba con más fuerza en James era la enunciación de su método pragmático, el cual afirmaba que “un concepto significa sus consecuencias. [...] cuando estas son satisfactorias, el concepto es verdadero”[2].
Así, durante el verano de 1906, dio un breve curso previo al inicio de la Harvard Summer School of Theology y finalmente en el otoño de ese mismo año dictó las célebres Lowell Lectures sobre “Pragmatismo” que a su vez repitió en la Columbia University entre el 29 de enero y el 8 de febrero de 1907. Fue precisamente en el intervalo de estos dos grupos de conferencias que James se dedicó a la composición final de Pragmatismo.
Se trataba de la puesta en escena más organizada de su obra, aunque adaptada para un público que se iniciaba en la materia. La recepción del pensamiento de James fue impresionante y él mismo estaba felizmente sorprendido por la frescura y el entusiasmo de su auditorio. Si bien es cierto que las conferencias tenían un carácter introductorio a su filosofía, lo importante es que ellas determinaron un importantísimo desarrollo para la misma, esto es, la redacción de Pragmatismo: concebir su reflexión como un todo y expresarla de modo más comprehensivo que en ningún otro de sus escritos previos. Se trató de un ensayo de sistematización de su pensamiento[3].
Ahora bien, Ralph Barton Perry, el famoso biógrafo de James, atinadamente nos recuerda que Pragmatismo lleva un particular subtítulo: Un nuevo nombre para viejas formas de pensar. En efecto, se trata de un detalle que no puede pasar desapercibido. James no se sentía una suerte de inventor de nuevas formas de pensamiento; por el contrario, “sus rutas no sólo habían sido trazadas largamente ya en el pasado, sino que ellas representaban una amplia tendencia contemporánea que James compartía con otros”[4]. No obstante, de entre ese derrotero que compartía con otros, dos cuestiones trascendían al resto y han de ser llamadas con justicia “los principios cardinales del pragmatismo”[5]:
“La primera, el método pragmático, se propone interpretar conceptos en términos de sus consecuencias para la experiencia o para la práctica. La segunda es la teoría pragmática de la verdad, a saber: que la verdad es un atributo de nuestras ideas más que de la realidad; y que aquella se une a las ideas en la proporción en que estas se muestran útiles para el propósito para el cual se les invoca”[6].
Como podemos ver, entonces, existen dos elementos fundamentales en la filosofía de James: el método pragmático y la teoría pragmatista de la verdad. Sobre ambos nos detendremos en lo que sigue para hacer un examen que permita dilucidar cómo la reflexión sobre la creencia religiosa se encuentra inserta dentro del amplio arco del puente que James anduvo construyendo durante varias décadas.
[1] Carta del 10 de septiembre de 1906 a Henry James. Citada en Perry, R. B. The thought and character of William James. Nashville: Vanderbilt University Press, 1996, p. 294. La traducción es mía y en adelante todas las referencias a textos en inglés serán traducidas por quien escribe. Añadiré siempre que convenga, sin embargo, el fragmento en la lengua original: “[…] I live in apprenhension lest the Avenger should cut me off before I get my message out. Not that the message its particularly needed by the human race, which can live along perfectly well without any one philosopher; but objectively I hate to leave the volumes I have already published without their logical complement. It is an esthetic tragedy to have a bridge begun and stopped in the middle of the arch”.
[2] Esta cita corresponde a una de las notas de James a sus conferencias sobre metafísica entre 1905 y 1906. Estas no han sido publicadas, pero existen muchas de ellas conservadas. Aquí traducimos una que rescata Perry, R. B. Op. cit. p. 295.
[3] Cf. Perry, R. B. Op. cit. p. 296.
[4] Ibid.
[5] Ibid., p. 297.
[6] Ibid.
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