Revista Filosofía

William James y la filosofía como experiencia del mundo (VI)

Por Zegmed

William James y la filosofía como experiencia del mundo (VI)

Nos detendremos, entonces, en la segunda conferencia de dicho texto titulada “Lo que significa el pragmatismo”. James tempranamente introduce lo que él mismo llamó el método pragmático[1]. Muy a su estilo, bromea con el ejemplo de una ardilla para notar el absurdo de muchas de las disputas de los notables metafísicos de la época y sostiene pocas líneas después:

“En primer lugar, el método pragmático es un método para resolver disputas metafísicas[2] que de otra manera podrían resultar interminables. ¿Es el mundo uno o múltiple? ¿Libre o determinado? ¿Material o espiritual? En esta serie de preguntas, cada una de las dos alternativas puede considerarse apropiada o no sobre el mundo. Desde luego, las disputas que se suscitan no tienen fin, y en tales casos el método pragmático trata de interpretar cada una de esas ideas señalando sus respectivas consecuencias prácticas. ¿Qué diferencia de orden práctico supondría para alguien el que fuera verdadera tal idea en vez de su contraria? Si no puede señalarse ninguna diferencia práctica, entonces las alternativas significan lo mismo de manera práctica, y toda su disputa es vana. Cuando una disputa es seria, debemos ser capaces de mostrar alguna diferencia práctica que tiene que seguirse [de] si un lado o el otro está en lo cierto”[3].

Me parece que la cuestión ha sido claramente planteada por James en la cita extraída. El pragmatismo se erige, en primer término, como una forma de hacer filosofía que apunta —ya lo había dicho Peirce[4]— a esclarecer nuestras ideas. La manera en que esto se realiza ha sido ya delimitada: se trata de confrontar nuestras ideas con sus consecuencias prácticas. Me parece, además, que James es más claro que Peirce respecto de este método de esclarecimiento en vista de que se trasciende el ámbito lógico al que Peirce se restringía. Esto, por supuesto, sería motivo de la crítica del propio Peirce y también de las múltiples acusaciones de relativismo que William James recibiría.

Es justamente sobre este punto que creo conviene detenernos al menos brevemente. James habla expresamente de Peirce pocas líneas después del pasaje citado y  “reproduce” la forma en que este último se supone habría definido el pragmatismo en Cómo esclarecer nuestras ideas[5]. Obviamente la reproducción no es exacta, aunque reúne lo central; no obstante, sí quisiera reparar, al menos brevemente, en las diferencias:

“Así pues, para lograr una perfecta claridad en nuestros pensamientos sobre un objeto, sólo necesitamos considerar qué efectos concebibles de índole práctica podría entrañar ese objeto, qué sensaciones hemos de esperar y qué reacciones habremos de preparar. Nuestra concepción de esos efectos, inmediatos o remotos, es nuestra concepción total del objeto, si es que esa concepción tiene algún significado real”.

Un poco después, añade James:

“No puede haber una diferencia dondequiera que sea que no repercuta en algún otro lado; no hay una diferencia entre verdades abstractas que no se deje expresar en una diferencia en hechos concretos y en la conducta consiguiente a esos hechos, impuesta sobre alguien, de algún modo, en alguna parte y en algún momento. Toda la función de la filosofía debería consistir en encontrar qué diferencia precisa supondrá para ustedes y para mí, en instantes precisos de nuestra vida, que esta o aquella visión del mundo sea verdadera”[6].


[1] Aquí quizá conviene comparar la concepción que tiene James con la de su amigo Charles Sanders Peirce. Así, sostiene este autor: “Consideremos qué efectos, que pueden tener concebiblemente repercusiones prácticas, concebimos que tenga el objeto de nuestra concepción. Nuestra concepción de estos efectos es la totalidad de la concepción del objeto”. (Cf. “Cómo esclarecer nuestras ideas”, en: El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce). Barcelona: Crítica, 1988. El énfasis es mío). En Peirce existe una fuerte impronta lógica que hará que el autor conciba al pragmatismo, fundamentalmente, como una teoría del significado. De hecho, cuando Peirce revisa el pasaje citado, comenta en 1906 que el excesivo uso de “concebir” en sus variadas formas no tiene otro fin que limitarnos al ámbito de lo conceptual. Ahora bien, ello no implica que no exista relación con sus efectos prácticos, sino que el significado de un concepto “queda ligado a otros significados y a otros conceptos: nuestra concepción del objeto equivale a nuestra concepción de sus efectos prácticos” (Cf. Faerna, A. Op. cit. p. 111). Como se ve, hay sin duda una dimensión práctica del pensamiento; sin embargo, el tono y la forma de aproximarse a ella son bastante distintos a los de James.

[2] No debe sorprendernos cierta familiaridad con Hume, a quien James consideraba uno de los primeros filósofos que anticipó en su obra el pragmatismo.

[3] James, W. Op cit., p. 80. Las cursivas son mías.

[4] Peirce, Ch. S. Op cit. “La auténtica primera lección que tenemos derecho a pedir que nos enseñe la lógica es la de cómo esclarecer nuestras ideas. Es una de las más importantes, sólo despreciada por aquellas mentes que más la necesitan. Saber lo que pensamos, dominar nuestra propia significación, es lo que constituye el fundamento sólido de todo pensamiento importante”. Aquí su lógica debe entenderse como su método pragmático.

[5] Cf.la nota precedente sobre este mismo punto.

[6] James, W. Op. cit. p. 80 y 82.


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