La imagen que ilustra nuestra entrada de hoy, recoge al actor Willy Toledo durante una charla, en la que nos ofreció perlas dialécticas, al referirse al Rey de España, D. Juan Carlos de Borbón: “Tenemos un Rey elegido por un dictador fascista y criminal al que adoraba y lamía los pies desde los años sesenta”; “no nos van a colar ahora al señor Felipe y a su esposa Letizia. No permitiremos que se prolongue una monarquía fascista”; “con lo hinchado que está el señor Borbón y la cantidad de pimple que se mete para el cuerpo espero que nos dure bien poquito, que está al caer”.
Esta actitud, entre la subversión y la protesta limítrofe, es propia de muchos pseudoprogresistas con tintes de dictador, como el caso del amigo Toledo. Se equivoca al afirmar que tenemos una monarquía fascista. No señor Toledo. Tenemos una monarquía constitucional, en la que se elige un presidente de gobierno cada cuatro años, amén de las elecciones autonómicas y municipales, por si se le había olvidado ese pequeño detalle. “Willy”, nacido en 1.970, no tuvo tiempo de conocer personalmente la dictadura fascista, a la que supongo, alude por referencias; sin embargo, sí que se formó en Estados Unidos, pese a sus simpatías por Cuba, y fue imagen de un videojuego violento en el que compartió cartel con Jean Claude Van Damne. Estas contradicciones son propias de una izquierda casposa, como la que representa el Sr. Toledo, capaz de defender democracias como la cubana, en la que, a guisa franquista, Fidel Castro suma más de cuarenta años en el poder; o regímenes como el coreano que tienen mucho de totalitarismo sobre un pueblo con una libertad más que limitada.
Le propongo un trato al Sr. Toledo: Admito, en el juego de la libertad de expresión y de la democracia, sus deseos hacia D. Juan Carlos. Y, a cambió, él hace lo proio cuando expresemos nosotros la voluntad de que Fidel Castro se muera lo antes posible, con lo viejo y enfermo que está, y la pila de huesos que se ha roto, o que Chávez abandone rápidamente este mundo, para no meter en más gastos inútiles a su país por una carísima asistencia sanitaria en Cuba. Seguro que seríamos tachados de fascistas, pero ese es el juego de la verdadera libertad: Aquella en la que el pseudoprogresismo militante establece las líneas de lo políticamente correcto.