Willy Toledo: La violencia se ejerce en el Parlamento

El actor Willy Toledo precisa lentes correctoras para su problema visual porque este pésimo actor y mal político, no vio ningún incidentes en las agresiones de indignados a varios diputados ante el Parlamento Catalán, lugar en el que, en su opinión, se tiene secuestrada la democracia y se ejerce la violencia.

Lo malo es que el pacifismo que defiende este individuo representa un buen número de agentes del orden heridos, muy superior al de supuestos pacifistas lesionados, y que los agredidos han sido los representantes públicos salidos de las urnas, no contándose entre los candidatos, ninguno de los “indignados”. Convengo con el Sr. Toledo en que nuestra democracia resulta manifiestamente mejorable, pero igualmente existen unas vías para modificar extremos tales como la implantación de listas abiertas, que propuso curiosamente, la Sra. Aguirre, mientras formaciones de izquierdas, como el PSOE, votaban en contra de la propuesta. Saltarse las normas no es democrático, es una forma de imposición, que no duda, llegado el momento, en utilizar la violencia, y eso es lo que defiende este actor reconvertido a adalid de las libertades. No sostengo la misma ideología que muchos de los ediles resultantes de las últimas elecciones, pero han sido la voluntad mayoritaria de la ciudadanía, que es imprescindible respetar. La crítica y la libertad de expresión, están ahí, al alcance de cualquiera, para controlar el ejercicio de nuestros representantes en sus funciones, y siempre desde el respeto y no a través del insulto, soez las más de las veces, y la descalificación gratuita; mucho menos, tachando de violentos a los parlamentarios catalanes.

Willy Toledo utiliza la fama de mediocre que alcanzó, para difundir una ideología trasnochada y antisistema, que el mismo interesado no aplica en modo alguno, en su vida privada. Ya se le recomendó, en este espacio, que disfrutase de una buena temporada en Cuba, para disfrutar el paraíso político y climático caribeño. Seguro que el Sr. Castro ofrecería al español la sanidad, la libertad de expresión de la que aquí disfruta, la libre opción sexual, tratándose la isla de un refugio para los gays de Latinoamérica, en fin, un ejemplo general del paraíso político al que aspira este ideólogo trasnochado, sobre lo políticamente correcto.