Pero si por algo es reconocido
Sir Winston Churchill es por su papel crucial desempeñado durante la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945). En 1940 fue nombrado Primer Ministro y, aunque su
nombramiento no fue muy aceptado entre algunos funcionarios que trabajaron con
él, el tiempo demostró que fue un acierto. En los primeros meses de la guerra,
cuando Gran Bretaña luchaba sola ante el peligro nazi, el recién nombrado
Primer Ministro se dirigía en horas bajas al pueblo británico ante la BBC en
una serie de discursos que quedarán para la posteridad. Desde el Finest
hour, pasando por el Blood, toils,
tears and sweat hasta llegar al famoso We
shall fight in the beache.
Tras el fin de la contienda el ya
ex Primer Ministro, perdió las elecciones para su infelicidad pues, a pesar de
haber sufrido varios infartos durante los años de guerra, jamás se sintió tan
joven de espíritu. Churchill fue pionero al defender la idea de la unión de
Europa, para evitar futuros conflictos entre Francia y Alemania, cuyas
relaciones bilaterales eran vitales para el futuro del Viejo Continente según
entendía éste. Sin embargo, consideraba que el Reino Unido no debía ser parte
de esa Europa unida, sino que su futuro debía estar ligado a sus ‘primos’
americanos.
Tras un segundo mandato 1951-1955 en el que Churchill combatió a sangre y fuego el desmembramiento del Imperio Británico, el viejo león se retiró de la vida pública y se dedicó a la escritura. Para siempre quedará en el recuerdo sus luces y sombras pero, es incuestionable que no se entiende la historia del siglo XX sin su figura.
