Revista Libros

Wislawa Szymborska (IV)

Publicado el 24 octubre 2013 por Hojasdealisio @HojasdeAlisio

Y cuarta semana que soñamos con los poemas de Wislawa. En su obra en prosa "Lecturas no obligatorias" se define tal que así:
Soy una persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la humanidad ha creado. El homo ludens baila, canta, realiza gestos significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones: sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y, probablemente, la dispersión. Sin embargo, son actividades en grupo sobre las que se eleva un mayor o menor tufillo de instrucción colectiva. El homo ludens con un Libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo. Él fija las reglas del juego, subordinado únicamente a su propia curiosidad.
Interesante, ¿verdad?
Wislawa Szymborska (IV)
Elegía turística Todo es mío y nada me pertenece,
nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.
Las diosas, apenas recordadas,
corren el riesgo de perder sus cabezas.
De la ciudad de Samokov sólo queda la lluvia,
la lluvia y nada más.
Desde el Louvre hasta la uña
París se entela.
Del bulevar Saint-Martin queda una escalinata
que conduce a la difuminación,
y, de los puentes de Leningrado,
sólo, y con suerte, uno y medio.
¡Pobre Upsala,
con ese trocito de su imponente catedral!
Desdichado bailarín de Sofía,
cuerpo sin rostro.
Primero, su rostro sin ojos,
después, sus ojos sin pupilas,
y las pupilas de un gato, luego.
El águila caucasiana sobrevuela
un desfiladero reconstruido,
y el oro sin ley del sol
y las piedras falsificadas.
Todo es mío y nada me pertenece,
nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.
Inagotables, inabarcables,
peculiares por una hebra,
un grano de arena, una gota de agua:
paisajes.
Imposible ni de una brizna retener
una imagen completa.
Un saludo y un adiós
en una sola mirada.
Y un solo movimiento del cuello
para lo que sobra y lo que falta
Encuentro inesperado Somos sumamente corteses el uno con el otro,
decimos: qué agradable encontrarnos después de tantos años.
Nuestros tigres beben leche,
nuestros halcones van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan frente a jaulas abiertas.
Nuestras víboras se quedaron sin relámpagos,
los monos sin inspiración, y los pavos reales sin plumas.
Los murciélagos renunciaron a nuestros cabellos tiempo ha.
Sucumbimos al silencio sin acabar la frase,
sonreímos, sin recursos.
Nuestros humanos
no saben qué decirse.
Trinos Bajo la peluca de una encina
suelta las eternas notas y trina,
notas italianas desliza por lianas
finas cual si hiladas por una araña.
Con un mi de pecho mima mimosa
a mil oídos de color de rosa,
espejillos brillan en su garganta,
triples mínimas de sílabas canta,
migas de lamines y golosinas
la muy picara en sus jicaras chinas
cría con neblinas de fililí.
Pero ¿qué oigo? ¡Ay de mí!
El fagot triste ya está aquí.
La música ceñuda y grave
la agarra y encierra con llave.
Basso Profondo, ¡ten piedad!,
do—re—mi, ¡mane, thecel, phares!
¿Quieres que calle? ¿Quieres llevártela
a los fríos bastidores del mundo?
¿A la región de la crónica ronquera? ¿Al Tártaro del catarro?
¿Donde el perpetuo carraspear perpetran?
¿Donde zangoletean las bocazas de pez
de los corazones zafios?
¡Oh, no! ¡No! ¡No más penar!
Pon buena cara al mal azar.
Un instante el sino aciago y feroz
danza en la liana vibrante de voz,
y un instante le basta para cobrar aliento
y ascender con el eco hasta el firmamento
do la voz humana se hace cristal
y suena a lluvia de luz sideral.
El agua En la mano me cayó una gota de lluvia,
una gota de agua de las venas del Ganges y del Nilo,
de la escarcha que ascendió a los cielos desde los bigotes de una foca, de los cántaros rotos en las
urbes de Iso y de Tiro.
En mi índice
el Caspio es mar abierto,
y el Pacífico dócil en el Rudawa muere,
ese riachuelo que hecho nube París sobrevolaba
a las tres de la madrugada del siete de mayo
del año setecientos sesenta y cuatro.
No existen bocas suficientes
para pronunciar tus fugaces nombres, agua.
Debería nombrarte en todas las lenguas
y articularte vocal a vocal,
y a la vez guardar silencio —por respeto al lago
que aún no tiene nombre.
ni existe sobre la tierra, como tampoco
en el cielo existe la estrella que refleja.
Alguien se ahogaba, alguien moría pidiéndote a gritos.
Fue hace mucho mucho tiempo. Ayer.
Casas salvaste del fuego, y casas contigo arrastraste,
casas como árboles, y bosques como ciudades.
Estuviste en pilas bautismales y en bañeras de cortesanas.
En besos y en ataúdes.
En el desgaste de las piedras y en el sostén del arcoiris,
en el sudor y en el rocío de pirámides y lilas.
Qué ligereza encierra una gota de lluvia.
Qué delicado el roce del mundo.
Cualquier cosa acontecida en cualquier lugar y tiempo
escrita está en el agua de Babel.

Volver a la Portada de Logo Paperblog