Segundas Jornadas Americano-Europeas de Ciencia y Filosofía “Ciencia, Religión y Civilización. Wittgenstein frente a los excesos del Proyecto de Modernidad y la Ilustración” ySegundas Jornadas de Análisis Filosófico, Jurídico y Político “Lenguaje, Realismo político y Teoría Pura del Derecho. Wittgenstein y la Filosofía del Derecho”
¿Quiénes serán los ponentes?
Se ha invitado a un grupo de estudiosos de la obra de Wittgenstein de, especialmente, España, Brasil, Italia y Francia. Algunos de los expositores son:
- Vicente Sanfeliz (U. de Valencia - España)
- Nicolás Sánchez (U. de Valencia – España)
- C. Ors (U. de Valencia - España)
- Marciano Spica (Universidade Estadual do Centro-Oeste - Brasil)
- Vladimir Sierra (PUCE - Ecuador)
- Jean P. Cometti (Université d' Aix en Provence - Francia)
- Luigi Perissinotto (Università Ca' Foscari di Venecia - Italia) también han submitido sus ponencias.
¿Qué se examinará en estos dos certámenes?
El conjunto de ponencias y discusiones que componen las Segundas Jornadas Americano-Europeas de Ciencia y Filosofía “Ciencia, Religión y Civilización. Wittgenstein frente a los excesos del Proyecto de Modernidad y la Ilustración” / Segundas Jornadas de Análisis Filosófico, Jurídico y Político “Lenguaje, Realismo político y Teoría pura del Derecho. Wittgenstein y la Filosofía del Derecho”, esclarecerá inquietudes en torno a cómo obtener una imagen crítica de la ciencia moderna (sobre sus diversas tareas internas y compromisos con el entorno), una perspectiva de la religión cristiana que no se funde en su desencuentro a priori con la ciencia mencionada, y una aproximación a la civilización que nos ha tocado vivir y que no conceda privilegios motivados por nuestra pertenencia a una u otra cultura. Será nuestra referencia principal los libros y notas de Ludwig Wittgenstein –lógico, filósofo y critico cultural (asociado ordinariamente a cientificistas, Kierkegaard, Budismo Zen o Arte avant-garde, conceptual, y sobre cuya vida y escritos se construyen delirantes novelas –tantas como para ejemplificar prudentemente, películas –Jarman, o exhibiciones de arte conceptual -Kosuth).
El publico universitario en general podrá, pues, ensayar respuestas a preguntas tanto de interés técnico y multidisciplinar (relativo incluso a la Teoría y Filosofía del Derecho o la Teología Política) como de preocupación extra-académica, de pronto psicológica y sociológicamente más fundamentales (el futuro de la Tecnocracia, la presencia del Cristianismo y la guerra como posibilidad).
Se ha decidido tener a Wittgenstein como referencia para el tratamiento del problema de la condición de la ciencia, del lugar de la religión (cristiana) y de las dimensiones de la civilización, porque, dentro de una larga lista de buenas razones, él, muy a pesar de lo que quieran imaginar filósofos continentales (especialmente los de muy decadente acento posmoderno) y filósofos continentales (en sus versiones más ingenuas), ofrece un cuadro de la ciencia, respecto del oficio filosófico y la vida cotidiana en general, bastante iluminador. Así, critica a su comunidad inmediata cuando afirma, en su póstumo Cuadernos Azul y Marrón, que «[l]os filósofos tienen constantemente ante los ojos el método de la ciencia y sienten una tentación irresistible a plantear y contestar las preguntas del mismo modo que lo hace la ciencia. Esta tendencia es la verdadera fuente de la metafísica y lleva al filósofo a la oscuridad más completa.» El matiz no difiere a la hora de presentar, en su único libro publicado en vida Tractatus Logico-Philosophicus, a la ciencia en vinculación con lo que él consideraba nuestros problemas medulares (el sentido de la vida, no bueno, lo bello, Dios, el mundo), aseverando que «aun cuando toda las posibles cuestione científicas hayan recibido respuestas, nuestros problemas vitales no se [habrían] rozado en lo más mínimo». ¡Qué espécimen tan raro este Wittgenstein, sugiriendo cosas tales en una Austria (e Inglaterra) no poco cientificista y desacralizante!
Aquellos que todavía hoy carecieran de, por así decirlo, un perfil investigativo de Wittgenstein (que pudieran recordar mientras vamos mencionándolo), han de saber que no se exagera cuando se lo representa como el gran acreedor de buena parte del conocimiento científico desmitificador, el análisis filosófico penetrante y los saberes cotidianos en lo que va de sus primeros apuntes (1913 aprox.) al actual vigoroso debate internacional sobre sus textos, póstumos y demás. No somos deudores simplemente de –como si fuera poco- lo que produjo su etapa de formación universitaria, ocupada en Ingeniería (Berlín), (fundamentos de la) Matemática (Manchester) o Filosofía del Lenguaje, la Lógica y la Mente (Cambridge). Aunque este proceso es ya rico en cavilaciones y aportes concretos (en Semántica, Lógica, Epistemología e, indirectamente, Teología), y uno donde además de Frege y Russell sus interlocutores incluyen prominentes ingleses en Economía, Matemática e Historia (Keynes, Whitehead, Strachey), nuestra deuda asciende todavía a una suma mayor y se encuentra necesariamente anexada al conjunto de influencias que el propio Wittgenstein, en su polémico Aforismos. Cultura y Valor, consignó para cuando, como ahora, hubiesemos de poner de relieve su crédito. Con modestia (o simple astucia para que no logre divisar el valor real de sus servicios elucidatorios quien no merezca tomarlos prestados), declara: «[c]reo que nunca he inventado un movimiento de pensamiento, sino que siempre me fue dado por algún otro. Lo único que he hecho es tomarlo inmediatamente con entusiasmo para mi trabajo de clarificación. Así me han influido Boltzsman, Hertz, Shopenhauer, Frege, Russell, Kraus, Loos, Weininger, Spengler, Sraffa». Dos físicos; un metafísico; un lógico; un lógico, filósofo y crítico cultural; un crítico cultural satírico; un arquitecto; un filósofo (de la sexualidad); un historiador; un economista: todos en Wittgenstein. El contacto experimentado con cada uno de ellos, directa o indirectamente, difiere en grado, momento y manera y, por supuesto, en cómo y cuanto la influencia se tradujo subsiguientemente en réditos cognoscitivos para la tradición, campo o disciplina de origen: de los físicos tomó un modelo de ciencia y –curiosamente- una concepción de la filosofía y del lenguaje como disolución de problemas y como figura respectivamente; de los lógicos, el metafísico, el satirista y el arquitecto, la materia prima para articular –de forma y fondo- su primera filosofía; de los críticos culturales, el arquitecto y el historiador (pero también del filósofo de la sexualidad), los componentes mínimos para configurar una sensibilidad crítica frente a la decadencia de un mundo moderno sostenido por, entre otros, el ornamento, la habitual manipulación periodística del lenguaje y la moral propia del cobarde afanado por falsa eternidad; y, finalmente, acaso las fuentes más decisivas, del filósofo de la sexualidad –¡una vez más!- y del economista, tomó las ideas de pureza, rigor ético y del compromiso religioso con uno mismo, y el ejemplo interpelador que logra hacerle a uno renunciar a creencias que había considerado definitivas e intocables –el caso palmario es su renuncia al Tractatus para abrazar lo sugerido en su libro Investigaciones Filosóficas. (Junto a los citados, personajes de las ciencias y las Artes que también debieran enlistarse como girando alrededor de su pensamiento y nutriéndolo, son: Moore, Mauthner, Shoenberg, Klimt, Tolstoi, Freud, Kierkegaard, Nietzsche, Kafka, Lichtenberg, Dostoyesky, San Agustín y el pragmatista James, entre otros.)
Continuando con la metáfora, podemos, para precisar el alcance actual de la deuda, seguir sacando cuentas. Hagámoslo evidenciando lo que algunas disciplinas ya le deben y lo que algunas otras podrían deberle a la filosofía wittgensteiniana –especialmente tardía. La Física, toda vez que menos empirista, reduccinista o representacionista, es más flexible respecto de cómo interactuar provechosamente con la Teoría de la Acción, al distinguir ambas entre causas, motivos y razones, y la Filosofía, al hacerle comprender a ésta –especialmente de tradición continental- que podría anticuarse por medio de un modelo de análisis conceptual extraído de aquella y que, para librarse de cierta metafísica, enfatice un sesgo descriptivista, quietista. Las Matemáticas y la Lógica se han liberado de un platonismo, previo desmantelamiento de lo que suponían nociones como conjunto, teorema, expansión infinita, prueba, máxima generalidad, cálculo, evidencia, formula algebraica, necesidad, consecuencia, proposición, etc. y lo han hecho hasta hoy poder hablarse respetablemente y con mucha atención de Lógica difusa y Etnomatemática. Pedagogos (no se pierda de vista que Wittgenstein abandonó Cambridge para trabajar como maestro de escuela en los más miserables lugares de la Baja Austria), historiadores y sociólogos informados se han beneficiado de forma parecida con la introducción wittgensteiniana de las nociones de juego de lenguaje, aires de familia y formas de vida, y por, a partir del entendimiento de éstas, la revisión del vocabulario moderno: progreso, ley histórica, desarrollo, etc. La Etología ha depurado su biologismo y ha hermeneutizado, con los desarrollos wittgensteinianos de Lichtenberg y Weininger, los experimentos sobre entender animales. Arquitectura, Artes Visuales y Teoría Literaria han quedado cautivadas por el minimalismo, la investigación sobre el color y sobre los significados problemáticos de imaginar, escribir y leer. (Inclusive todo lo sustantivo de las buenas Teorías de la Argumentación ya se encuentra en Wittgenstein.) Antropología, Psicología y Lingüística, sin embargo, son las que han hecho de Wittgenstein la más inteligente y productiva excusa académica para enfrentar sus problemas con éxito. Con sus observaciones tanto al relativismo como al naturalismo, los antropólogos han revalidado su estatuto epistemológico y nada más y nada menos que con el estudio de la categorización de los colores (estamos pensando en Berlín), han cooperado decisivamente a la instalación del enfoque cognitivo en Ciencias Sociales, cuya consecuencia inmediata se hará sentir dentro de la Psicología (el ejemplo es Rosch y su equipo). Ésta, no sólo por alusión a lo anterior, ha llevado a cabo autoevaluaciones cardinales al tomarse en serio las críticas de Wittgenstein al Psicoanálisis, sus aportes a la Gestalt y la puesta en entredicho del conductismo mostrando usos desencaminadotes de estado mental, conducta, inteligencia, mente, inconciente, cerebro, percepción, pensamiento –observación que alcanza la parte materialista-eliminativista de las Neurociencias. (Es más, entre quienes supieron aprovecha a Wittgenstein como excusa, aunque no sabemos si inteligentemente, pueden contarse a poetas y feministas; ambos ficcionando compulsivamente, ambos libres de acusaciones de maledicencia –unos, por licencia, otras, por que, de manera alucinante, se podría invertir la acusación y sindicarnos de transgredir los derechos de género o, simple y más fácil, llamarnos misóginos.) A su turno la Lingüística de acento pragmático ha conseguido posicionarse como la tendencia hegemónica en los más importantes Departamentos de Lingüística del planeta admitiendo que debajo de todo su así llamado experiencialismo cognitivo se encontraban argumentos wittgensteinianos –los que, digámoslo claramente, son los únicos que hasta ahora pueden echar por tierra otros tantos de propiedad de uno de los genios de la Lingüística, Chomsky.
Llegados a este punto uno bien puede sentirse abrumado por lo exorbitante y cuantiosa que ante sus ojos se muestra la suma adeudada. (¿Pero, no podría uno, además, sentirse tentado a buscar algún libro de nuestro filósofos?)
Ahora bien, quienes de aquellos para los que se ha trazado este rostro de Wittgenstein esperasen que se les demuestre que lo que él tiene que decir es tanto como bueno (profundo, claro y útil), uno sólo podría informarles que el único modo de satisfacción al respecto consistiría en el estudio prolongado y paciente de los libros y notas de tratado. Desde luego las Segundas Jornadas Americano-Europeas de Ciencia y Filosofía “Ciencia, Religión y Civilización. Wittgenstein frente a los excesos del Proyecto de Modernidad y la Ilustración” / Segundas Jornadas de Análisis Filosófico, Jurídico y Político “Lenguaje, Realismo político y Teoría pura del Derecho. Wittgenstein y la Filosofía del Derecho”, sin más, una oportunidad –quizás muy buena- para, de la mano de especialistas, inaugurar dicha empresa académica.
¿Cómo inscribirse?
Enviar un email a [email protected] cuyo único contenido se componga de la solicitud explicita de vacante para inscripción, datos pormenorizados del solicitante y una lista de nombres y cuentas electrónicas de personas que sienta interesadas también en el tema de los eventos. El asunto del email deberá ser SOLICITUD DE INSCRIPCION. A continuación, recibirá información sobre todos los pasos a seguir.Este evento solo dispone de 40 vacantes.
Los inscritos tienen derecho a: (1) el material introductorio y (2) las 15 (aprox.) ponencias y charlas de ambas Jornadas, (3) el resumen de cada uno de los capítulos del libro en prensa Sobre lo que no se puede hablar. Wittgenstein en torno a la religión (cuyos contenidos difieren de idioma: francés, portugués, italiano y español), (4) dos certificados y (5) el total de ponencias.
Todos los investigadores destacados (líderes en sus proyectos de investigación, con record de publicaciones y ponencias arbitradas, y pasantías fuera de su país de origen), estudiantes preuniversitarios con pretensiones de profesionalizarse en Letras y Ciencias Sociales y profesores cesantes mayores de 75 años están exonerados de cualquier inscripción y sólo requieren enviar una solicitud al correo arriba indicado.
Los requisitos de inscripción tendrán una variación (del viernes 30 de julio al 19 de agosto / del viernes 20 de agosto al 26 de agosto).
Fuente: Marco Antonio Young (Coodinador General del evento)