En el mundo en el que vivimos, plagado de avances tecnológicos y demás progresos destinados a mejorar la comunicación de nuestra sociedad, parece no haber espacio ya para lo místico y espiritual. La ciencia hace tiempo que le ha ganado la partida a la religión, y aunque de vez en cuando hay coletazos de esto último, cuesta ver una sociedad que siga realmente apegada a una creencia en vez de dominada por el escepticismo más profundo. Algo parecido sucede en el mundo de la animación, en el que la fijación por intentar hacer todo lo más real posible ha hecho que se pierda el verdadero espíritu de esta: un espacio de creatividad, ingenio e imaginación.
Wolfwalkers, candidata al Oscar a mejor película de animación y estrenada de manera inédita en nuestro país (puede verse a través de Apple TV) es el paradigma de todo esto. En ella se cuenta la historia de dos chicas, Robyn y Mebh, que cruzan sus caminos cuando la primera se desplaza con su padre (un violento pero noble cazador) a un pequeño pueblo de Irlanda para acabar con los lobos del bosque, entre los que se encuentran Mebh y su madre, los llamados wolfwalkers.
El encuentro entre ambas provocará que la aparentemente civilizada Robyn se vea transformada también en wolfwalker, una simbiosis entre lobo y humano que puede adoptar ambas formas según el estado en que se encuentre. Robyn al principio desconoce esto, por lo que su primera transformación le pilla de sorpresa y, lo que es peor, con el cazador de su padre en casa. Así pues, la película va generando en una serie de situaciones de gran tensión que no distan mucho de las de cualquier film de aventuras clásico.No obstante, lo que hace especial a Wolfwalkers no es tanto la trama. La idea de situar la acción en un poblado de la Irlanda medieval, más allá de ser la tierra de sus directores (Tomm Moore, autor de La canción del mar, y Ross Stewart), es puramente circunstancial. El folklore irlandés y la idea de los wolfwalkers sin duda es interesante, pero no sería lo mismo sin todo el trabajo de animación detrás.
Es precisamente este segundo aspecto el que complementa la historia y en gran medida eleva el nivel del film, la animación. Un estilo que en primera instancia puede parecer muy tradicional, conservador incluso, pero que como sucede en la propia historia, esconde un montón de detalles y recovecos que lo hacen tremendamente especial. Una animación con fondos estáticos pero que impresionan por sí mismos, personajes con una construcción sencilla pero expresivos en sus gestos, y una dirección del movimiento imaginativa en su manera de recrear ese punto de vista de Robyn cuando adopta la forma de lobo.
Por si todo eso fuera poco, ¡Wolfwalkers también es una película musical! Y las canciones, como no podía ser de otra manera, no hacen de menos al resto de aspectos del film. Asimismo, se trata de una banda sonora, que, manteniendo el aire folk que desprende la historia, tiene el dinamismo y el ritmo de la música pop actual, destacando el tema principal interpretado por AURORA, Running with the wolves.
Si se le puede poner una pega, no es en el apartado visual, sino en la ya mencionada esquemática estructura de su guion, convirtiendo los giros del final y el clímax en algo ciertamente previsible, pero no por ello menos emotivo en gran medida.
Wolfwalkers tendrá una dura competidora este año en la contienda por el Oscar, nada menos que Soul. Pero lo cierto es que, siendo ambas dos películas muy imaginativas y cargadas de detalles, la irlandesa no tiene nada que envidiarle a la producción de Disney Pixar. Porque, ante todo, Wolfwalkers es una película que combina a la perfección fondo y forma en su esencia, una historia de siempre con un estilo no del todo a la última pero que en su mezcla logra lo que pocas películas hoy en día: seguir emocionando.
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- ##check## Lo bueno
- El apartado visual y sonoro, sin duda los grandes baluartes a su favor.
- ##times## Lo malo
- Un argumento ciertamente previsible y una serie de decisiones al final un tanto conservadoras.
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