Parece que ha llovido durante la noche y amanece un día triste y gris. Bajamos a desayunar y estamos solos en el comedor; nos cuestionamos si habrá alguien más en el hotel o si somos los más madrugadores. Queremos viajar en tren hasta Wroclaw, ciudad situada cerca de las fronteras con Alemania y República Checa y capital de la provincia de Baja Silesia. A pesar de que la distancia que separa Poznan de Wroclaw es tan sólo de 165 km, el tren tarda 2:30 horas en hacer el trayecto y si queremos visitar Wroclaw en un solo día hay que madrugar. Por fin conseguimos hacernos entender y compramos los billetes de ida y vuelta Poznan- Wroclaw (72 PLN). Toda la información se encuentra únicamente en polaco y poca gente habla inglés, por lo que es recomendable llevar el nombre del destino anotado en un papel, para mostrarlo en la taquilla. Después me entero que la manera como yo pronunciaba Wroclaw, no se parece en nada a la realidad, ya que se pronuncia “Vrosuaf” con la V afrancesada, entre V y F. En alemán se la conoce con el nombre de Breslau. Preguntamos a varias personas hasta que damos con alguien que habla inglés y nos indica el andén correcto. El tren llega puntual y tomamos asiento en un compartimento de 8 plazas. Aprovecho para escribir mi diario, echar alguna cabezadita y contemplar el paisaje. Atravesamos grandes llanuras, vastas extensiones de cereales, campos de frutales, prados y bosques.
Bajamos en la estación central Wroclaw Glowny y caminamos en dirección al centro histórico.Wroclaw, con sus 600.000 habitantes, es la cuarta ciudad más grande de Polonia y está bañada por el río Oder y sus afluentes Olawa, Sleza, Bystrzyca y Widawa, los cuales forman 12 islas unidas por 112 puentes. La ciudad se promociona como “la pequeña Venecia”. Wroclaw junto a Amsterdam, Brujas, San Petersburgo, Hamburgo y quizás alguna más que se me escapa se comparan con la romántica ciudad italiana a la hora de vender sus encantos y yo me pregunto si no habrá calificativos más originales para atraer al turismo.
Durante los siglos XIV y XV, la ciudad formó parte de la Liga Hanseática y bajo el control bohemio y austriaco, se fue desarrollando hasta convertirse en una de las ciudades más importantes de Europa Central. Continuando con las tres particiones de Polonia del siglo XVIII, la entonces Breslau continuó bajo control germánico, prusiano y austriaco. A finales del siglo XIX, Breslau era la 2ª ciudad más importante de Alemania. Después de la II Guerra Mundial, la población germana tuvo que partir hacia Alemania y la población polaca de Lwow, que pasó desde Ucrania, se reestableció en Wroclaw, aportando su cultura.
La ciudad quedó enormemente dañada durante la II Guerra Mundial y el 75% de los monumentos quedaron destruidos. Al finalizar la guerra, empezaron rápidamente los trabajos de restauración y el aspecto actual es de una bonita ciudad resurgida de sus cenizas.
Nos dirigimos primero a Ostrow Tumski, el lugar donde nació la ciudad.
Aquí se encuentra la Catedral de San Juan Bautista (Cátedra Sw.Jana Chrzciciela) del siglo XIII. Destaca el magnífico pórtico renacentista y el púlpito de alabastro. Este templo acogió al Papa Juan Pablo II en 1983, cuando el país se encontraba todavía bajo régimen socialista. Se reunieron más de un millón de fieles que ni tan siquiera cabían en la pequeña isla.
Subimos a una de las torres donde la única manera de acceder es en ascensor (5 PLN). Las vistas sobre Ostrow Tumski y sobre el río merecen la pena a pesar de que el día no está demasiado claro. En Ostrow Tumski también se encuentra el Palacio Arzobispal convertido en el Instituto Papal de Teología y la peculiar Iglesia de la Santa Cruz y San Bartolomé. Se trata de dos iglesias dentro del mismo edificio. La primera, dedicada a la Santa Cruz, es de estilo gótico y se encuentra en la parte superior. En la cripta hay otra iglesia de estilo greco católico dedicada a San Bartolomé. Hay que decir que en la ciudad hay nada más y nada menos que 120 iglesias!.
Unos metros más adelante cruzamos el pequeño puente de la Catedral (Most Tumski) que comunica la isla de la Catedral con la Isla de la Arena (Wyspa Piaskowa). Es un bonito puente de hierro del año 1889 y uno de los más famosos entre los más de 100 puentes sobre el río Oder. Como también se ve en otros puentes de algunas ciudades europeas, una infinidad de candados sellan en sus barrotes el amor eterno que aquí se vienen a declarar muchas parejas polacas.
Entremos en la Iglesia gótica de Santa María de la Arena y después de cruzar otro puente desembocamos en la Avenida Grodzka. Seguimos por esta amplia avenida sin dejar el curso del río hasta que llegar a la Biblioteca Ossolinskirch y a la Universidad, un edificio de 1811 con una magnífica fachada barroca. Visitamos la Universidad, cuna de 13 premios Nobel, imprescindible en todo viaje a Wroclaw. Se puede adquirir una entrada que permite visitar 2 salas a elegir (5 PLN) o la entrada para visitar las 4 salas (10 PLN) y la torre. De antemano, la elección resulta difícil y optamos por visitar todo el edificio. En la Sala im.F.Longchamps (donde se encuentra la taquilla) hay una pequeña exposición de fotografías de la ciudad y objetos antiguos relacionados con la ciencia y astronomía. Continuando en la planta baja, visitamos el Oratorium Marianum, la antigua capilla de la Universidad donde actualmente se realizan conciertos debido a su buena acústica.
Esta Universidad encargó a Brahms una pieza para abrir el curso docente. El músico, después de un primer borrador, compuso la Apertura académica que incluye el “gaudeamus ígitur”, entonado por los estudiantes de la Edad Media.
La sala “estrella” se encuentra en el 4º piso y es la llamada Sala Leopoldina, una auténtica preciosidad barroca del siglo XVIII. Alquilamos un audio (5 PLN) para no perder detalle de esta maravilla. Hay que decir que no disponen aun de audios en español, pero la chica me asegura que debido al aumento de turismo español en la ciudad (¿tendrá que ver algo Ryanair en esto?) muy pronto lo tendrán a disposición de los visitantes. De momento me tengo que conformar con las explicaciones en inglés mientras voy admirando toda la riqueza que se concentra en la habitación.En esta sala se celebraban y aun se celebran actos protocolarios. Las personalidades se sentaban en el púlpito y los invitados y estudiantes en los bancos frente a él mientras que los profesores tenían un lugar reservado en las sillas laterales. En la balconada de la parte posterior se colocaba la orquesta que amenizaba el acto. Alrededor se exponen los cuadros de los fundadores de la Universidad y frente al púlpito, una estatua de Leopoldo I que parece vigilar las recepciones que allí tienen lugar. Los frescos del techo representan también al rey Leopoldo I y varias figuras mitológicas en una alusión a la sabiduría.
En el 6º piso se encuentra la Wieza Matematyczna, una sala que recoge documentos, pinturas y muchas fotografías que muestran el estado deplorable en que quedó la ciudad durante la II Guerra Mundial, un verdadero cúmulo de escombros amontonados en las calles.
Desde aquí y por una escalera de caracol se accede a la terraza de la Torre Cuadrada, al llamado Observatorio. En cada uno de los cuatro ángulos se levanta una estatua que representan la Teología, la Ley, la Astronomía y la Medicina. Desde aquí hay unas vistas estupendas sobre la ciudad, el río Oder y sus afluentes. Wroclaw no tiene rascacielos y los campanarios de las iglesias se levantan erguidos sin que nada les haga sombra.
Desde aquí ya nos dirigimos hacia Stare Miaste o casco antiguo. La Plaza del Mercado, donde se cruzaban las antiguas rutas de mercaderes de Europa, es hoy una de las mejores de Europa y la segunda más grande del país después de la de Cracovia. Las casas son magníficas y pueden verse diferentes estilos desde el Renacimiento hasta el siglo XX.
Destaca el imponente edificio del Ayuntamiento o Ratusz, con una preciosa fachada adornada con un reloj astronómico del siglo XVI. Nos sentamos a comer en la terraza de uno de los muchos restaurantes de la plaza, pero al cabo de un buen rato de espera, nos da la sensación de que somos invisibles y, cansados de esperar, nos levantamos y nos largamos.
Caminamos en dirección a la cercana Iglesia de Santa Elisabet que, con la torre más alta de la ciudad, se distingue desde cualquier punto. Unos gritos de “viva los novios” nos llaman la atención y se ven algunas mantillas españolas. Parece que el novio es un andaluz que ha conquistado el corazón de una bonita polaca.
La Plaza del Mercado comunica con la Plaza Solny con edificios renacentistas y góticos y donde se encuentra el edificio antiguo de la Bolsa. Actualmente en esta plaza se celebra el mercado de las flores.
Sin embargo, este innegable patrimonio no es el que ha incluido a Wroclaw en la lista de la UNESCO, sino un edificio modernista del siglo XX: la Sala del Pueblo (Hala Ludowa) antes llamada Sala del Centenario o Pabellón del Siglo (Jahrhunderthalle).
Se construyó en 1913 para conmemorar la victoria en Leipzig de las tropas alemanas sobre Napoleón cien años atrás. El mérito del arquitecto Max Berg, fue construir la sala más grande del mundo y la primera cubierta con cúpula de cemento de tales dimensiones. Con 65 metros de diámetro y 42 metros de altura, supera en un tercio a la cúpula del Panteón de Roma. Como anécdota, se cuenta que el día de la inauguración, el Káiser Guillermo II se negó a ponerse bajo la cúpula por lo que pudiera pasar.
Comemos cerca de la Plaza Solny y después de un tranquilo paseo vamos bajando por la calle comercial Swidnicka hasta llegar a la estación donde esperamos el tren que nos traerá de nuevo a Poznan.