Los pasados días 11, 12 y 13 de enero tenían lugar las X Jornadas de Innovación OPTIMA LAB, una vez más en el Palacio de los Infantes del Euroforum de El Escorial.
Reconozco que eran unas Jornadas a las que me dirigía con unas ganas superiores a las habituales, sobre todo en comparación con las dos o tres últimas ediciones. Unas ganas enormes a las que se unían unas altas expectativas y un buen puñado de dudas.
Como ya adelantaba en la crónica de mis seis años de Consultoría Artesana, AJ, Jero y Jesús, tres nodos de OPTIMA LAB, compañeros de proyecto y ante todo amigos, habían abandonado la red un par de meses antes. Creo que es fácil entender por qué la nueva situación era el caldo de cultivo adecuado para todo tipo de incertidumbres sobre cómo afectaría este hecho al transcurso de las Jornadas y, por qué no decirlo, al futuro de la red.
Por otra parte, la actitud de los cinco nodos que seguimos a pleno ritmo en la red fue, desde el primer momento, la de liberarnos del pesimismo y la inacción que de algún modo había estado contaminando las ediciones previas, y hacer cuanto estuviera en nuestra mano por aprovechar la oportunidad al máximo y recuperar el tiempo perdido.
Afortunadamente, y como en nuestros mejores tiempos, la realidad ha superado a la ficción.
Una vez más, hemos utilizado nuestra metodología de reuniones efectivas, huyendo de la planificación y sustituyéndola por un proceso adaptativo en el que íbamos eligiendo de un panel de Trello el tema más adecuado en cada momento en función del tiempo y la energía disponibles. Algún día todas las reuniones se gestionarán así…
Esta vez, además, hemos sido capaces de tratar el 100% de los temas que habíamos ido proponiendo con anterioridad a las Jornadas (aproximadamente 25), logrando además una participación más equilibrada, ágil y dinámica que en otras ocasiones. Queda claro que la repetición es el camino hacia la maestría.
Tratamos multitud de temas, desde los más estratégicos a los más operativos. Entre ellos, repasamos la razón de ser de la red y la visión que me llevó a crearla hace ya unos años. Y no nos quedamos ahí, sino que también empezamos a dibujar los primeros trazos de cómo queremos que sea OPTIMA LAB a medio y largo plazo.
Otra característica especial de estas Jornadas es que dedicamos dos tardes completas a formarnos. Habitualmente dedicamos solo una, pero como decía al comienzo del post, teníamos que recuperar el tiempo perdido.
La primera tarde contamos con la presencia de Mónica Galán, buena amiga a la que agradezco el enorme esfuerzo que me consta hizo por encajar en solo unas horas un contenido que fácilmente da para al menos un par de días. Me encantó el contenido, con algunas ideas realmente potentes que he incorporado a «mi mochila». Pero con lo que más disfruté fue viendo y escuchando a Mónica, porque verla en acción es una auténtica delicia para los que nos dedicamos a hablar en público.
Saber está bien, y contar lo que se sabe está mejor. Sin embargo, poner en práctica y demostrar lo que se sabe y lo que se cuenta, no tiene precio. Somos nuestras acciones y Mónica aplica lo que predica.
La segunda tarde nos acompaño David Barreda, una «descubrimiento» relativamente reciente que rápidamente he incorporado mi entorno de aprendizaje. Los posts de David son para mí fuente incansable de reflexión y «culpables» de otros tantos posts publicados en este blog.
David fue el complemento perfecto a la sesión del día anterior con Mónica. Si Mónica nos encandiló en el escenario, David lo hizo entre bambalinas. De su mano aprendimos los entresijos que sostienen y dirigen hacia el éxito a una buena formación. A destacar una excelente metáfora con piezas de Lego, pura esencia artesana que resonó fuertemente con nuestra pasión por el aprendizaje basado en la experiencia.
Mi resumen de estas Jornadas es enormemente positivo y me considero muy afortunado de estar viviendo este proyecto pionero alrededor del trabajo en red. Un proyecto que merece la pena por infinidad de cosas y una de ellas es el imparable aprendizaje que me brinda día a día. Las cuatro claves del talento manifestándose en estado puro. Teoría de redes productivas que se teje y desvela paso a paso.
Una de las ideas centrales que flotó en el ambiente durante todas las Jornadas apareció al principio de la intervención de Mónica, y se quedó acompañándonos hasta el último momento: todo lo que no suma, resta.
Al oír esta frase, no pude evitar una reflexión parecida sobre el trabajo del conocimiento: es el único tipo de trabajo en el que se puede aportar más valor haciendo menos cosas.
La aritmética de la efectividad es paradójica, incluso diría que contraintuitiva. En el mundo del conocimiento, así como en el de la comunicación, la aportación de valor es desigual, con un gran protagonismo de lo cualitativo frente a lo cuantitativo. Ni todo lo que se añade, suma, ni todo lo que se quita, resta. Es más, a menudo ocurre precisamente lo contrario.
Aplicando esta reflexión al balance final de lo ocurrido en las X Jornadas, el resultado no puede ser mejor, especialmente en contraste con las dudas que albergaba al dirigirme a ellas: ahora somos menos, pero sumamos más.