Revista Cultura y Ocio

X Maratón de Teatro del Rastrel

Publicado el 14 mayo 2011 por Ruta42 @ruta42
X Maratón de Teatro del RastrelCartel del X aniversario de la Maratón de "El Rastrel".
Era tarde. De hecho hacía media hora que tenía que haber empezado, pero cuando yo llegué, aún faltaba otra media para empezar. ¡Ah! ¡Artistas! ¡Cuánta bohemia y cuán poca puntualidad! Pero al final allí estábamos todos. Bueno, no todos, que se echaban de menos unas cuantas caras históricas de aquellos lares. Para compensar, este año, mucha savia nueva. La gente cambia. La maratón continúa.
Héctor Toledo (le conoceréis por ser el director de Inercia Teatro) nos cuenta cómo fue este evento que cumplía su décimo año de vida en el bar El Rastrel en Salamanca, la pasada noche del 13 de mayo.
Todo empezó allá por el 2001, justo cuando yo empezaba a hacer teatro, y justo cuando, entre otros, a un señor llamado Roberto García Encinas, se le ocurría que sería bonito halagar a las musas, normalmente tan esquivas, con una pequeña fiesta para celebrar que eran pocos y además se conocían todos. Eligieron “El Rastrel”, bar de yesos y maderas, hogar de la muy ilustre farándula salmantina, y sin comerlo ni beberlo inauguraron lo que con los años sería una noble tradición. La de juntarse cual Tenorios y Mejías cada año en el lugar, y dar cuenta de cómo fue la temporada con una birra (o dos, o tres) de la mano.
Y como decía, allí estábamos todos, a ver qué se cocía. A las presentaciones, Máquina Teatro. Habían preparado esa clase de paranoia tecnológica que sólo unos tipos como ellos saben preparar. La gente reía y ellos nos invitaron a soñar en esta noche de medio verano en el Rastrel, mientras Romeo y Julieta chateaban por Facebook y Macbeth y su esposa comían en Burger King. Elísabeth Néstor, nos convenció a todos de que era guiri para hacernos cantar canciones tradicionales estadounidenses, mientras Roberto sonriente mascullaba aquello de “pero qué loca está esta chica”. Ruben Hache, nos regaló una temprana catarsis destrozando a martillazos un despertador. “Aquí, matando el tiempo”. Qué chiste tan malo, por dios.
La sorpresa llegó cuando Teatrote, unos de los de los inauguradores de la primera maratón aparecieron por sorpresa, en vuelo directo desde Canarias, donde residen, para brindarnos unos minutos de su maravillosamente absurdo humor. Y sin comerlo ni beberlo, llevábamos hora y media cuando Pedro Quirós nos contó ese maravilloso relato de cómo murió asfixiado bajo las caderas de Gabriela.
Un descanso y me junto con mi grupo. Nos miramos preocupados. “¿Qué mierda es esta?” “¿Por qué todo el mundo está haciendo humor?”. Para una vez que nosotros decidimos hacer drama, y a todo el mundo le entra la coñita mañanera. Pero nos da igual. Es lo bueno de la Maratón y del Rastrel. Allí cada uno hace lo que quiere. Nos da igual reír que llorar. Lo importante es celebrar que hacemos teatro.
X Maratón de Teatro del RastrelHéctor Toledo, autor del texto y director de Inercia Teatro.Fotografía de archivo de Ruta 42.
Y volvemos con más Máquina Teatro. La esencia de la función tecnológica son los fallos técnicos. No importa cuán controlado tengas todo. No importa que hace cinco minutos todo funcionase perfectamente. El puto ordenador siempre te dejará tirado en el peor momento. Y a pesar de todo, salieron adelante. Torbellino (Roberto G. Encinas) tuvo que venir sin orquesta a cantar unos boleros. Era 23 de Febrero de 1981 y al pobre le habían dejado tirado sus músicos, y hasta el radiocasette, que se empeñaba en no sonar. Menos mal que él siempre está a la última, y tenía grabada la música en un formato nuevo que saldría en unos años, una cosa que llaman CD, o algo así.
La segunda sorpresa: El Mago Pedro Santos, un clásico de la Maratón, desde Madrid nos envió en video tres trucos de magia de cerca. Maravillas, ahora sí, de la tecnología. Ovación cerrada y más magia a cargo de Martín Vega, seguida de un monólogo de Sara Blanco, primeriza en la maratón, al igual que el ya mencionado Ruben Hache. Sara iba a hablar de sexo, pero se acababa de enterar –qué fuerte, qué fuerte- de que iban a dejar de publicar la SuperPop. Risas y añoranzas, y antes de darnos cuenta, ya íbamos por el segundo descanso.
Vale, y ahora era nuestro momento. El momento de romper con tanto jijí-jajá y ponerle el puntito de tragedia a la maratón. Primero Adrián y un servidor cocinaron en escena el hígado de Prometeo a la plancha, y luego Alexandra y Virginia se metieron en la piel de Penélope y Sigyn para sorprendernos con esa elegancia coreográfica que tan bien trabaja siempre esta última.
Un poquito más de Torbellino (nobleza obliga) y despedida y cierre. Probablemente la maratón más corta de todas cuantas este servidor ha conocido hasta la fecha. Apenas fueron tres horas y media de teatro en familia. Una familia pequeñita, pero suficientemente numerosa como para llenar hasta la bandera El Rastrel. Una familia a la que uno puede sentirse orgulloso de pertenecer.
Nos vemos en la undécima.

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