Revista Opinión
La derrota ante el Celtic ha traído añadida una polémica en Can Barça. Messi volvió a recriminar a Villa que no le pasara el balón en una acción ofensiva del Barcelona allá por el minuto 80. Otro episodio que se suma al que protagonizaron los mismos futbolistas el pasado 22 de septiembre, en el Camp Nou, frente al Granada. Entonces se puso un paño caliente al asunto con declaraciones conciliadoras de compañeros y entrenador. Pasado poco más de un mes, parece que el conflicto ha regresado.
Es fácil coincidir en que Messi ya no es el jugador tímido, apocado y sumiso que inició su camino al estrellato hace ya ocho temporadas, en octubre de 2004, de la mano de Frank Rikjaard. Durante este tiempo, se ido ha forjando un futbolista de leyenda, que devora récords, bate estadísticas, acumula premios y gana títulos. Su influencia ha ido aumentando con el holandés, con Guardiola y ahora con Vilanova. Una influencia que se ve reflejada en el terreno de juego y compensada con creces por su rendimiento.En el plano personal, ha conocido la experiencia de la paternidad hace escasos días. Thiago nació la semana pasada, para colmar de felicidad a este argentino de 25 años. Sin embargo, el hecho ha provocado en él la urgencia por dedicarle los goles. Se vio frente al Celta, con la complicidad de los compañeros. Le buscaban con insistencia, pero se le resistió. Una frustración que ha tenido continuidad en el Celtic Park hasta la consecución del 2-1, apenas ya sin tiempo para empatar al menos. La celebración fue escueta y clásica. Forzada, diría yo. El dedo en la boca como un chupete. La bronca con el asturiano ya había sucedido. Hasta aquí los hechos.Messi hace mal en abroncar a Villa, Tello o Cuenca, en su momento. Podemos entenderlo por la tensión vivida recientemente. Pero eso no lo justifica. Pierde más que gana. No es una buena imagen del mejor jugador del mundo. Un amigo que conoce por dentro al Barça me contó en su día que Messi sufre lo indecible con las derrotas. Es conocido que lloró como un niño en el vestuario de Mestalla la pérdida de la final de la Copa del Rey ante el Real Madrid, ya saben, aquel 1-0 en la prórroga de hace dos temporadas. Estaba hundido, pero supo resarcirse de seguido en la Champions. También me ha confesado que el liderazgo del grupo no le corresponde, sino que pertenece a Xavi e Iniesta, a los que respeta y obedece en las decisiones. Surgido este caso, y de no haber variado el escalafón, Xavi debería hablar con Messi. Un rapapolvo del capitán tendría un efecto beneficioso si hace comprender a papá Leo que ante sí hay algo más que un balón y una portería. Y más ahora.14 noviembre 2012