Revista Cultura y Ocio

Xavier Aldekoa: Kapuscinsky sí es referente por cómo cambió la mirada

Publicado el 14 julio 2015 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

 El periodista ha plasmado en Océano África algunas de las historias que ha conocido en sus años trabajando en África

Fuente: Twitter

Fuente: Twitter

Lo primero que nos gustaría saber es cómo surgió el libro.
Me preocupaba encontrar el momento exacto, si es que existe. Pero por lo menos sí buscaba un momento justo o correcto. El proyecto de escribir un libro estaba desde hace tiempo en mi cabeza e iba escribiendo. Me gusta mucho escribir. Pero no quería precipitarme ni pecar de conservador al escoger el momento de publicarlo. Después de 14 años viajando por el continente y con base en Johannesburgo desde 2009, pensé que había conocido a mucha gente y tenía muchas historias acumuladas. En Editorial Península seguían mi trabajo y me contactaron. Fue casualidad que los momentos se encontraran. Ellos tenían en mente que hiciera algo de Nelson Mandela, pero yo no veía qué podía aportar de nuevo o mejor que otros, así que les propuse lo que realmente me apetecía hacer. Tanto Ramon como Ana, mis editores, apostaron con los ojos cerrados. Son dos locos entrañables, y a los que estoy muy agradecido. 

Nos parece sugerente el título, Océano África. ¿Cómo llegó a él?
Más que un título, es una protesta o una invitación. Quería reflejar que desde Occidente miramos a África desde la superficie. El mar también parece una balsa de agua si la miras desde arriba, sin diversidad, cambios ni apenas interés. Pero cuando te sumerges en el océano, descubres la enorme diversidad que hay: desde bancos de peces, ballenas, arrecifes de coral a navíos naufragados o agujeros que jamás han sido explorados. Eso es África, un continente diverso y lleno de culturas, historias y gentes esperando a que nos sumerjamos para conocerles y conocernos. Protesto por ello e invito a que, si el lector quiere, Océano África sea el trampolín para lanzarse al agua.

En Océano África se incluye parte de su trabajo como periodista en el continente. ¿Qué criterio siguió para la elección de las historias que incluiría?
Quería utilizar historias de personas, poner nombres y apellido a situaciones para explicarlas. Quería contar la historia, el qué, el cómo y también el porqué. Así que a veces me guiaba por personas que me marcaron, por momentos o situaciones, pero no seguía un guión demasiado concreto. Soy fatal para hacer guiones o calendarios en la vida real. A veces me subo al coche, arranco y en el siguiente cruce decido a dónde voy, así que imagínate cómo soy para hacer planes o guiones para un libro. Sí quería equilibrar las historias positivas o negativas, la broma y la seriedad, porque eso es lo que es la vida, al fin y al cabo. Yo me divierto, aprendo, me enfado, me entristezco, exploto de rabia, me emociono o me quedo flipando como un niño cuando estoy en África. Eso quería que fuera el libro. Yo no puedo dar lecciones de nada, sólo pretendo explicar unos trozos de vida del continente. Y hacerlo con respeto a la gente que me dio el privilegio de contarme su historia. Eso ya me parece un montón. 

portada
¿Con qué idea le gustaría que se quedaran sus lectores?
Con que hay muchas Áfricas. Y no hablo sólo de diversidad de culturas, historias, músicas o escenarios. También hay muchas maneras de mirarla. Más allá del miedo a lo desconocido o de la lástima, que a veces provoca sensación de solidaridad, pocas veces nuestra mirada busca aprender. Y hay mucho que aprender de 1.300 millones de personas que viven sobre miles de años de convivencia. Algunas comunidades tienen unos códigos sociales que han ido perfeccionando a lo largo de la historia que son lecciones para todos. Cuando los himba de Namibia sufren la sequía, los ancianos del poblado se reúnen alrededor del fuego secreto (el resto les deja en paz el tiempo que necesitan) y hablan con los espíritus y entre ellos para decidir qué pasos dar, dónde encontrar agua. Hay lenguas africanas que no tienen un verbo para “tener o poseer” porque nada se tiene. Si tienen un coche, dicen “estoy con un coche”, pero no poseen. Y no pararía de contar cosas que me fascinan  y he descubierto escuchando y leyendo. No tiro de buenismo, hay cosas que son horrorosas en África. La bondad, pero también la crueldad y la maldad, son transparentes en el continente africano, y el hombre puede ser el mayor hijo de puta del mundo. Si tendemos puentes con ganas de aprender, quizás aprendamos desde los dos lados lo mejor que tenemos. Bueno, al final no sé si me ha salido una respuesta demasiado presuntuosa. Que al lector le interese lo que lea, aprenda algo y se lo pase bien. Que sólo es un libro.

A diferencia del mensaje que se hace llegar a la población desde organismos y colectivos diversos, usted afirma que “África no debe ser salvada”. ¿Qué es lo que necesita en su opinión?
Supongo que los africanos, como todo ser humano, necesitan respeto. La humanidad reside en la cómo tratamos a otros seres humanos, así que la respuesta quizás debería ir por ahí. Pero sinceramente si tuviera las respuestas y soluciones, no dudaría en darlas, pero no las tengo. Para mí el periodismo no es una varita mágica ni un punto de llegada. Como mucho es un punto de partida, un empujón para que las cosas cambien. La experiencia me dice que quienes no tienen voz son los que lo saben todo. Cuando hay una situación de abuso, la víctima quiere hablar, contar, pedir ayuda y el verdugo se esconde detrás del silencio. Y el silencio mata. Sé que ningún reportaje ha cambiado el mundo, pero el periodismo es otra herramienta social para el cambio, como lo es la política, la educación (desde los profesores a los padres) o los revolucionarios. Hace 100 años, las mujeres no votaban y los negros o los homosexuales no tenían derechos en casi ninguna parte del mundo. Si se empuja suficientemente fuerte, el suficiente tiempo y desde suficientes lados, las cosas cambian poco a poco. ¿Qué necesita África? Que empujemos. 

En la sinopsis publicada por Casa del Libro se habla de África como “continente silenciado”. Desde su experiencia como periodista, ¿a qué cree que se debe esa condición?
En la Universidad nos hablaban del kilómetro emocional para explicar que los medios tratan más y mejor las cosas que ocurren cerca. No es exactamente así. No es la emoción o los kilómetros, es la civilización. Un atentado en EEUU o Australia, si afecta a los valores occidentales, tiene repercusión inmediata. En Garissa hace unos meses hubo un atentado yihadista en la Universidad. Mataron a 148 estudiantes. Las redes sociales protestaron mucho porque el tratamiento mediático del brutal atentado fue muy inferior al del atentado de Charlie Hebdo en París. Y es verdad. Pero en el silencio y el olvido también hay clases. Los muertos de Garissa eran adolescentes, estudiantes universitarios y los asesinos separaron a cristianos y musulmanes. Ese horror conectó con la civilización occidental. Además, los medios (los españoles no, que no enviaron a la zona a nadie que no estuviera en Kenia) tuvieron imágenes en seguida. ¿Se habló menos que de lo de París? Por supuesto. Pero días antes del ataque en Francia, BokoHaram asesinó a 2.000 personas en Baga, en el noreste de Nigeria. Es una zona rural, musulmana, muy pobre y donde los medios de comunicación no pueden acceder. Los yihadistas atacaron la zona durante cinco días. Lo he dicho antes: el silencio mata. 

Dedica un espacio importante de su obra a la mujer africana. ¿Son conscientes de lo que se espera de ellas? ¿De ese protagonismo que deben tomar para que el continente avance?
El protagonismo ya lo tienen. Normalmente son ellas las que trabajan más, las que educan, cuidan, alimentan a su familia y gestionan la economía familiar. Cuando digo que África no está perdida, está esperando a que las mujeres ocupen su lugar, es porque creo que será inevitable. Si no lo han hecho ya, es porque aún no han podido ni les han dejado. No hablo tanto de una revolución en la calle, sino de un cambio de perspectiva. Si la mujer y la educación se dan la mano, el mundo será un poco más libre. Y me alejo del eslogan: en Lesoto, un país montañoso en medio de Sudáfrica, durante la época del apartheid los hombres iban a trabajar a las minas de oro sudafricanas. Se quedaban allí  varios meses, a veces años, antes de regresar a casa unos días. La mujer se quedó al mando del hogar. ¿Y qué hizo? Lo primero: mandar a la escuela a su hijo, pero a su hija también. Hoy Lesoto es uno de los países más igualitarios del mundo.

En relación a lo anterior, teniendo en cuenta todos los condicionantes que lastran el desarrollo de muchos países africanos. ¿Es justo depositar tanto peso solo en una parte de la sociedad?
Que la sociedad apoye su peso en el hombre no ha salido del todo bien tampoco. En sociedades destrozadas y cuando todo se hunde a su alrededor, la mujer siempre es la pieza más fiable. Si una madre con tres hijos se muere de hambre y le das un trozo de pan, esos niños ese día comerán un poco de pan. Doy mucho valor a ese amor, generosidad o sentimiento maternal, como queráis llamarlo. Un mundo que gira sobre un valor así no puede ser peor. Muchos hombres también son buena gente, no nos vayamos hasta la otra esquina. Pero si sólo hay que dar poder a alguien para saber la bestia que lleva dentro, el hombre ha tenido demasiado poder desde siempre.

Reportajes del autor extraídos de su web

Reportajes del autor extraídos de su web

Leyendo su obra y conociendo su trayectoria, se pueden encontrar paralelismos con lo escrito por Ryszard Kapuscinski. ¿Fue uno de tus referentes?
No soy nada mitómano, pero Kapuscinsky sí es referente por cómo cambió la mirada. Un tipo polaco, sin apenas medios económicos y que trabajaba para una agencia polaca, bajó al terreno para mirar a los ojos a los africanos. Para hablarles de igual a igual, para escucharles. En los libros de Kapuscinsky salen pocas corbatas y pocos hoteles de cinco estrellas, y en cambio algunas páginas están llenas de polvo o de grasa de camión. A mí es forma de respetar a los demás me parece un ejemplo.

Ya hay muchos comentarios de su libro en la red, la mayoría alabanzas de compañeros de profesión. ¿Cómo valora el reconocimiento de su profesión?
Me sorprendió mucho al principio porque no me lo esperaba. No soy un tipo demasiado social ni tengo demasiados contactos en la profesión. He vivido mucho tiempo fuera además. Así que la respuesta al libro desde medios de todos los colores e ideologías fue una satisfacción enorme y un motivo de agradecimiento. Porque los medios de comunicación no son cosas, son personas. Alguien de carne y hueso decide que merece la pena hablar de tu libro o entrevistarte. Lo agradezco mucho y quiero creer que han visto honestidad en mi forma de trabajar y pensar, pero me suena a presuntuosos adivinar el motivo de ese cariño. No sé a qué se debe, pero gracias.

Ahora unas cuantas preguntas sobre sus gustos literarios. ¿Qué escritores le han marcado?
Tengo la suerte de que Júlia, mi compañera, es una gran lectora y se esfuerza en hacerme un poco menos ignorante. He perdido la cuenta de los libros que le he robado de la mesita de noche. Recuerdo que me fascinó El guardián entre el centeno, de Salinger, El corazón de las tinieblas de Conrad o con Las columnas de Camba. Aluciné tanto con cómo escribe Jaume Cabré en Yo confieso, que ni me atrevo a decir que los dos somos escritores. Escritor es él. Admiro a quien sabe cuidar las palabras justas para explicar la vida y a quien no piensa como yo (es una manera de acertar más veces), así que leo mucho, sobre todo cosas cortas, en cualquier rincón. Desde Maruja Torres a Arcadi Espada. Y jóvenes también. Ander Izaguirre escribe de una forma que entran ganas de invitarle a una cerveza, darle las gracias por todo y prestarle hasta a tu hámster. Manuel Jabois acierta mucho, y el cabrón tiene gracia además. A veces pienso que yo escribo básicamente por envidia.

¿Tiene algún género favorito o es de los que lee un poco de todo?
No me apasiona demasiado la ficción, por lo que acabo de desmentirme a mi mismo con sólo una respuesta de diferencia, pero es la verdad. Me gusta tener la sensación de que estoy aprendiendo cuando leo, y por eso opto más por leer cosas “reales”. Me gusta mucho leer sobre África, claro, pero me interesa el mundo y las personas, así que… bah, lo que Júlia lea.

Una de las lecturas de Xavier Aldekoa

Una de las lecturas de Xavier Aldekoa

Últimamente muchos lectores afirman que lo que les hace comprar un libro es la portada. Cuando busca una nueva lectura, ¿en qué suele fijarse para decidirse por un libro: sinopsis, autor…?
Mira, como me da vergüenza insistir en mi falta de criterio para la lectura y mentar de nuevo a santa Júlia, aprovecho para decir que la foto de la portada de Océano África es de Jordi Matas, un fotógrafo catalán que es un tío estupendo y tan humilde que la gente no sabe suficiente lo bueno que es.

Ya para acabar, ¿qué libro considera de lectura obligada para los amantes de la literatura?
No hay un libro de lectura obligada. Los malos libros nos dan criterio y nos animan a buscar algo mejor que leer, así que tienen también una función importante. También pienso que los libros son momentos. Recuerdo empezar Disgrace de Coetzee y cortarme por poco de tirarlo por la ventana antes de la página 80. Meses después, o años ya ni sé, lo volví a coger y me pareció delicioso. Cuando era un chaval, leí Colmillo blanco y me pareció que  sería el libro de mi vida. Me pasa igual con las películas, que veo una que me gusta y pienso que no podrá haber semejante creación más perfecta en la historia de la humanidad y luego recuerdo que pensé lo mismo con los Goonies.


Xavier Aldekoa: Kapuscinsky sí es referente por cómo cambió la mirada
Xavier Aldekoa: Kapuscinsky sí es referente por cómo cambió la mirada
Xavier Aldekoa: Kapuscinsky sí es referente por cómo cambió la mirada

Volver a la Portada de Logo Paperblog