Continuamos nuestro recorrido por documentamadrid, en esta ocasión centrándonos en algunas de las películas que se han podido ver en la sección panorama del documental español, y que evidencian el buen estado en el que se encuentra el género en nuestro país. además, también hacemos referencia a cinco de los cortometrajes participantes en la sección oficial.
Por Sofia Pérez DelgadoNos encontramos en un momento en España en el que una generación nueva de autores se está decantando por el cine de lo real, realizando trabajos de mucho nivel, y que además están poco a poco encontrando su público. El problema es que la teoría generalizada de que este tipo de películas son poco rentables provoca que no acaben de establecerse en ningún lugar, ni en salas ni en televisiones. La sección Panorama del documental español, dentro de DocumentaMadrid, toma estas producciones que están buscando asentarse y, frente a un momento de (¿positiva?) incertidumbre, da la oportunidad a los asistentes al festival de descubrir de trabajos de lo más diverso que, además, tienen nexos comunes más allá que el de ser españolas.


Si Un sitio donde quedarse quiere centrar su atención en los problemas de la juventud marginal española, en Slimane, de José Ángel Alayón (que también participa en el festival como productor de Hotel Nueva Isla), nos encontramos precisamente con todo lo contrario: trata la situación de unos chicos marroquíes que tienen que hacer frente, como extranjeros, a las dificultades que supone vivir en nuestro país. Y lo hace desde un punto de vista menos crítico y mucho más poético y contemplativo. Slimane (nombre del protagonista) tiene una narración casi tradicional, aunque recreándose en los momentos de transición, con la introducción incluso de elementos de thriller de misterio, aunque sobre todo sorprende en su giro hacia un realismo mágico propio del cine latinoamericano experimental. La película transita por la fina línea que separa la realidad y la ficción, sin llegar a decantarse nunca claramente por ninguna de las dos opciones. Slimane es por tanto un documental que juega a que el espectador se plantee constantemente la veracidad de aquello que está viendo, decidiendo por él mismo con qué opción quiere quedarse. Cuando menos, un ejercicio estimulante de reflexión.


También de una competición, en este caso no entre artistas consumados, sino entre jóvenes que buscan una oportunidad de cumplir sus sueños, habla One minute for conductors, de Ángel Esteban y Elena Goatelli. La historia nos sitúa en Trento, donde vamos a asistir a la selección del ganador del Concurso Internacional para Directores de Orquesta Antonio Pedrotti, recorriendo todas sus etapas. La música es una materia mucho menos dura que la arquitectura, y por tanto ya solo por eso la película tiene mucho más ganado que The Competition. Si a eso le añadimos la magnífica banda sonora compuesta por piezas de Beethoven, Brahms o Debussy entre muchos otros, y una sucesión de entrañables personajes, a los que la película sabe sacar partido para despertar empatía, tenemos un extremadamente agradable conjunto. Pero, además, One minute for conductors es un documental muy técnico estéticamente, con un elaborado y cuidado montaje que va al ritmo con los temas que suenan, y que, de forma vertiginosa, introduce al espectador en el juego de tratar de averiguar quién será el ganador. Si algo comparten, en fin, The Competition y One minute for conductor (y ese es el motivo por el que más destacan) es sin duda una conclusión que evidencia la trivialidad de este tipo de certámenes.
El mundo en unos minutos

Además de a la Sección oficial de largometrajes, y a Panorama, también hemos podido asistir estos días en DocumentaMadrida una de las tandas de la Sección Oficial de cortometrajes, en la que vimos cinco trabajos, cuatro de ellos a competición, y uno fuera de ella, el mexicano La ahorcadita. Está realizado por alumnos del programa Jóvenes en Video de Baja California, dirigido por Sylvia Peel, miembro del jurado de esta sección. Es por tanto un corto estudiantil que en ocasiones resulta demasiado explicativo visualmente, pero que tiene un gran sentido estético. Su apuesta es la de poner por primera vez en imágenes una leyenda local que sólo se conocía boca a boca. Dentro de competición, nos encontramos con una de las representaciones españolas de la sección, Walls, de Miguel López Beraza, la entrañable historia de dos vecinos ancianos narrada, ni más ni menos, que por el propio edificio que les acoge. El corto recoge la cotidianidad de un día cualquiera en la vida de estas dos personas, que en unos minutos consiguen volverse empáticos. Quizás el más convencional de los trabajos que vimos en esa selección fue el polaco When I am a bird, de Monika Pawluczuk, que nos introduce en una familia de una tribu Kayanque viven en Tailandia, y la vez hace un juicio sobre la transformación de ciertos tipos de cultura en meras atracciones turísticas. El croata Presuda, de Duro Gavran, va recorriendo los rostros de aquellas las personas que, dieciséis años después de la guerra, escuchan la sentencia impuesta al general Ante Gotovina desde la plaza principal de Zagreb. El espectador solo oye una voz retransmitiendo, pero es en los primeros planos de la gente donde vemos los sentimientos. Y por último, la propuesta más radical de todas fue sin duda la del alemán Sebastián Mez con su Substanz, un experimento totalmente sensorial y anti-narrativo, que refleja el horror a través de un collage visual y sonoro. Pero de este trabajo hablaremos más ampliamente en una entrevista que hemos tenido oportunidad de hacerle al director con motivo de su paso por el festival.