Revista Viajes

Xiamen, “La Mano de Dios”, un evento histórico...

Por Viajeporafrica

"Claaaaro... Salimos de Guatemala y nos metimos en Guatepeor". El razonamiento fue: "si hacemos todas las locaciones complicadas y el movimiento grande de gente en los primeros veinte días, cuando entremos a rodar en el supermercado las últimos diez jornadas, vamos a ser aviones a chorro con el motor recién rectificado". Sólo de las proyecciones despiadadas y mentirosas de una razón que quiere convencerse que el futuro va a ser mejor, puede partir un razonamiento tan incierto y pelotudo.

Todo iba a ser peor, con más peleas, más gente yéndose en el medio del trabajo a fumar porro, y más desplantes porque a alguien no le gusta la comida. Más intolerancia a causa del cansancio, del agotamiento y el stress, y un poco más de ironía en el trato, algo de risas mentirosas y no pocos relajos mutuos. Si Gasti "Tabletita" Sesma y el incansable espíritu de Chenmó no hubieran estado sobrevolando los incendios internos del equipo con los aviones a chorro de los bomberos chinos, sinceramente no sé qué hubiera sucedido. No quiero mencionar a Hu, porque en cierta forma, con todo lo bueno y con todo lo parco, se merecería un capítulo aparte.

De todas maneras señor lector, no se deje llevar por el párrafo anterior, porque la vida está llena de contradicciones y de caminos ambiguos, y debajo de la aparente capa de la pesadez y del sacrificio, se encuentra la piñata sorpresa... esa que se explota al final de la fiestita, para ver con qué caricia al alma se despacha esta vez el destino. Y como dijo el poeta: "El que abandona no tiene premio". Aunque a veces en la vida toque comer mierda, por suerte podemos volar y gritar con la imaginación lo que incansablemente repetía Berugo: "los sueños, sueños son, pero aquí se hacen realidad". Los diez días de filmación dentro del supermercado de Ta Tou, también fueron un hermoso e infinito recuerdo que reposa entre suaves y esponjosos copos de algodón.

Los días fueron estructuralmente iguales, pero infinitos en contenido, y gracias a un Buda versión "pistero", llenos de aventuras y llenos de rock. Salíamos del barrio de Ming Fa por las mañanas haciendo una breve pasada por el quiosquito de la "Nena Mala". Luego de rescatar algunos puchos y demás chiquitajes, una parte del grupo se tomaba el bus, otro par un taxi para llevar los bultos más pesados, mientras Vico, Rama o yo, nos montábamos en la motito eléctrica de Anselmo y la llevábamos hasta Ta Tou por cualquier inconveniente que pudiera ocurrir en el rodaje. Llegábamos... y a levantar la persiana, a literalmente abrir el mini mercado por la mañana. Cada escena se convertía diariamente en algún sentimiento dentro de esa meta realidad.

El barrio no entendía nada. Había personas que se enojaban, otras que alucinaban, otras que se reían. Siempre a no más de tres metros del perímetro estaba "Lao Pan" fiscalizando, y "Figuretti" tratando de robar un poco más de cámara. Apareció Michael Ren, el capo de los administradores, y el "Primer Cliente", un enviado de Buda por una pequeña cometa de cincuenta yuanes. Cada tanto pasaba Cook que traía pegado al tano Marco. Con esos dos, porro no faltaba. En el fondo teníamos en funcionamiento además, una timba clandestina que se llenaba de "manijas" que apostaban jugando al "Mahong". Completaban el contexto mucho té verde, noodles y mucho y constante inentendible griterío.

Un día sin siquiera avisar, la lluvia llegó para quedarse. Aunque no era lo que en un principio queríamos, decoró con un aura muy particular muchas de las tomas. Descubrimos unos sanguchitos de "guiso" que nos devolvieron el gusto por la comida y no me puedo olvidar de mencionar las hamburguesas chinas que mantenían de muy buen humor a "Tabletita" Sesma. Nos metimos en un gran brete con los dueños del supermercado. ChenMó nos salvó las papas... La sarna avanzaba un poco más en la piel y de la misma forma avanzaba el mal humor en el grupo. Las relaciones cambiaban de forma todos los días. La gente que al principio no se quería, al rato sí, y otro poco de viceversa. Me faltan un millón de cosas, pero todo fue como la vida misma: un abrir y cerrar de ojos que en algún instante se acabó.

Mientras acomodábamos los petates antes de bajar por última vez las persianas, el alma se me inundaba de ese sentido trágico de la vida. Muchos de mis compañeros y amigos se apresuraban para irse corriendo hacia la casa, o a fumar porro, o vaya uno a saber dónde. Cuando me saqué el delantal por última vez fue como si alguien hubiera venido con una aguja y me hubiera pinchado la burbuja que me envolvía, devolviéndome a una sórdida realidad "mono". Por suerte, en aquel momento de picada y caída libre contra la insonora "realidad", tenía todavía a mi lado a dos personas con las cuales compartir tan profundo e intenso sentimiento. Nos tomamos un par de cervezas frías para brindar por lo vivido, y luego ya sí, nos dejamos llevar por el cansancio y lentamente emprendimos la vuelta a casa.

La aventura de filmar una película en Xiamen estaba llegando irremediablemente a su fin. Solo restaba empacar todos los bártulos, formalizar la despedida de tantas personas que nos ayudaron, y retirarnos silbando bajo a Shanghai a concluir con los últimos tres días de rodaje. Cierro el post con un poco de la tristeza y de la pena que me llega a los ojos directamente desde aquel momento. Le digo gracias a usted que lee, mientras lo invito a que avance al próximo capítulo a ponerle un broche de oro a esta hermosa aventura...


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