-¿Es esta la tumba del abuelo? -preguntó bastante conmovida Helena.
-Sin lugar a dudas, esta es. La única con lápida de madera, tallada como un caballo. El abuelo fue un xilotista, "el amante de la madera" como él mismo se denominaba -respondió Rubén con cierta tristeza.
-Mamá nunca mencionó eso. La tumba se ve abandonada, completamente descuidada.
-Sus hijos, es decir, mamá y los tíos, parece que no lo querían mucho. Nosotros estábamos muy pequeños y no nos dábamos cuenta de ello.
-¿Qué ocurrió? ¿Qué hizo de malo el abuelo?
-El abuelo fue un jugador de ajedrez.
-¿Algo así como un campeón nacional? ¿Quizás un maestro?
-No, nada como eso. Era un simple jugador de club; sin duda tenía talento, pero también poco control de sus aficiones.
-Todo esto me es desconocido. ¿Qué tiene que ver eso con el aspecto de la tumba?
-Sus hijos lo odiaban porque, una vez que salía del trabajo, se iba al club y volvía tarde; solía apostar dinero. Muchas veces ganaba, y al volver a casa mostraba los fajos de billetes. Quizás por eso la abuela lo toleraba un poco.
-No recuerdo que mamá mencionara haber vivido en un ambiente de riquezas.
-Precisamente. El abuelo no siempre ganaba; también perdía, y mucho. En una de esas noches de juego y vicio apostó la casa... y la perdió. Debido a ello, la familia cayó en desgracia, en pobreza. Al poco tiempo, la abuela se separó de él. El hombre se sumió en la desesperación; ya de viejo y retirado, permanecía en el club, jugando y fumando, hasta que murió encima del tablero en donde llevaba una partida sin importancia.
-Ummm -musitó suavemente Helena-. Tienes razón, he escuchado que el ajedrez ha arruinado vidas y hasta familias enteras.
-Quizás -murmuró Rubén-, a veces nuestros verdaderos amores no son personas, sino obsesiones que nos consumen... y nos dejan solos.
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Este relato fue escrito para participar en el Reto de los Jueves, cuyo tema es el Ajedrez, en una convocatoria realizada por el blog "Hacia el último escalón de la magia" de Mari.