Revista En Femenino

Y a los 12 meses, caminó…

Por Mamás_besos @mama_besos

Y a los 12 meses, caminó…

Su gran envergadura nos hacía pensar que su rapidez a la hora de iniciarse en la aventura de las dos patas iría para largo. Pero no, nuevamente una aprende que los prejuicios muchas veces, fallan, y de mucho, y nunca debes poner límites a las potencialidades de tus hijos.

A sus 12 meses, 13 kg y 82 cm, de un día para otro se decidió a andar, y dicho y hecho. Tiene una agilidad impresionante, repta como Spiderman y es más rápido que Speedy González.

Con esos piececillos y esa gran masa corporal una se fía y ahí está el error… pues toda esa masa corporal debe estar rellena de células que viajan a la velocidad de la luz, porque su rapidez es más que brillante.

Y con un niño ya de 13 de meses, con tal velocidad y que le atrae TODO lo que más se puede romper y TODO lo que más peligro puede conllevar, ¿qué debemos tener en cuenta en casa?

  • Una mamá con un niño de poco más de un año y que ya anda sabe que el Árbol de Navidad debe empezar a adornarse a partir del segundo nivel y que el belén debe instalarse ese año en una mesa alta sino quieres ver como tu retoño se traga los patitos, las ovejitas y hasta el niño Jesús (sobre todo si es tan tragón como el mío).
  • Por supuesto, es ya sabido, todos los enchufes tapados con esas piezas que venden por todos lados, tantos los enchufes del suelo como los más elevados. ¿Por qué tapar también los de más arriba? a continuación, la respuesta.
  • Cualquier tipo de alza, de esas de uno o dos escalones, que usamos por casa para llegar a esas estanterías donde nuestra “formidable” altura nos impide llegar ni de puntillas, debemos retirarlas y esconderlas inmediatamente. Un niño intenso que anda como un pato pero a velocidad de la luz y trepa como Spiderman, la cogerá y la trasladará allá donde le haga falta para escalarla y meter el dedo…en los enchufes aquellos de más arriba de los que os hablaba antes. Eso si no te lo encuentras que ha escalado también a camas, armarios y muebles del comedor.
  • Retirar también inmediatamente las escobillas de los lavabos, sino queréis ver como aparece por el pasillo con escobilla en alza tipo caballero Jedi. El mío tiene principalmente obsesión por este tipo de artilugio y si te descuidas ya lo tienes correteando por el pasillo, riéndose a carcajadas por haber conseguido su tan apreciado teeeesooooroooo y estampándolo por las paredes o la cara del hermano mayor.
  • Siempre tapas de wáter bajadas, sino queréis ver calcetines, móbiles, juguetes y demás utensilios hogareños remojándose en el fondo, o ver como se empapa las manos del agua (con o sin suplemento) para acto seguido lavarse la cara o metérselas en la boca.
  • Sacad de su vista, esconded todo lo que podáis, móviles, mandos a distancia, teléfonos y, en definitiva, todo aquello que no queráis que os rompa. El mío tiene predilección por el teléfono y el mando de la tele. A la que te descuidas un segundo y lo dejas a su alcance ya lo tienes abriendo la tele, machacando los botones y babeándolo de arriba a abajo. Este niño seguro que llevaba de serie un detector de aparatos tecnológicos.
  • Mucho cuidado con escaleras. Subir las suben, pero bajarlas también las bajan… y de morros.
  • Tapar cantos muy puntiagudos. Ya sabéis que también venden artilugios para ello, aunque he de decir que en mi caso no han funcionado, los estira y los arranca de cuajo (la fuerza que tiene el joío es directamente proporcional a su masa corporal). Así que al final ha aprendido solito que aquello hace pupa si se da un coscorrón.

Si piensas que todo lo anterior no es tan de primera necesidad lo que sí os diré ahora lo es: ¡mucho cuidado con la cocina! Mi Peque está a punto de llegar a la vitrocerámica y con lo tragón que es siempre está husmeando en la cocina. Si ve que hay alguna cosa cocinándose ya lo tenéis de puntillas intentando escalar para ver que está haciendo mamá. Así que imaginaos si un día su altura se lo permite o si traslada algún tipo de alza hasta la vitrocerámica, con alguna cacerola hirviendo…

En definitiva, si queréis evitar sustos, cerrad todas las puertas de todas las habitaciones de vuestro hogar y dejadlo corretear sólo por aquella estancia donde estéis o que sea segura. Es la manera más sencilla de no tener que ir todo el día detrás de él quitándole cosas de las manos. Y si tenéis que entrar en alguna de esas habitaciones clausuradas a buscar algo, abrid la puerta y cerradla a la velocidad de la luz, porque no sé cómo demonios lo hace, pero acaba metiéndose en la habitación más rápido que tú. Siempre he pensado que este niño va unos segundos por delante de mi mente. Si necesito ir al lavabo, ya lo tengo esperándome en la puerta para ver si cuando la abra logra colarse a coger la escobilla. Si quiero abrir un momento la tele, ya está esperándome debajo del mueble donde escondo el mando a ver si tiene suerte y se me cae y lo coge. Y así, con todo. Este niño no es mi sombra, ¡es el pensamiento precoz de mi sombra!

Eso sí, por mucho que intentemos convertir nuestra casa en segura, sólo os diré una cosa, nunca lo conseguiréis. Nunca todo es seguro, pues si no hay peligros, ellos los inventan. Así que al final te acabas dando cuenta que el sentido común dicta que evites alguno de los pecados capitales (como lo de la cocina), pero que por lo demás, des cierta libertad a tu  hijo para que corretee, para que experimente (con o sin escobilla), y así tome conciencia de los peligros que le rodean. Porque en esta vida, para aprender, muchas veces hace falta darse un buen chichón.

A estas alturas, ¿quién todavía piensa que ser mamá no es una de las mayores aventuras del mundo? adrenalina en estado puro, amor a raudales, risas imborrables, lloros a presión, noches de pesadilla, carreras de infarto en los pasillos, e incerteza e imprevisionalidad al máximo. Adelante mamis, Yes, We Can!


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