La verdad es que uno ya no puede ir por la calle. Esto ya no es lo que era. Uno sale tan tranquilo, así como el que no quiere la cosa y zas, se encuentra la vía llena de inmigrantes, gente rara, distinta, que viaja en pateras, que vive en habitaciones de veinte metros, que habla raro, algunos llevan túnicas, y otros muchos son de color negro o mulatos, que no sé qué es peor. Lo dicho, esto no es lo que era.
Resulta que uno continua por la calle y zas, se encuentra un basurero, y ¿qué piensan que hay ahí? ¿Basura, desperdicios caseros? Pues no, hay fetos. Fetos de distintos tamaños. De distintos colores. No puede ser. Ahora como cualquiera puede abortar resulta que ya lo hacen en cualquier sitio y los tira en plena calle, en la vía pública, ¿dónde vamos a llegar? Esto no es lo que era.
Y sigues con buena intención, por la calle, y se te ocurre preguntar a la gente lo que más le preocupa. Y resulta que no es el paro, ni los jueces, ni los políticos, ni la libertad de expresión. No, señor. Lo que de verdad más le ocupa y preocupa a la gente es la cadena perpetua. Todos quieren que haya cadena perpetua, aunque algunos dicen que si se portan bien los delincuentes, a lo mejor les quitan algún añito. O sea ya saben los matemáticos, infinito menos cinco igual a infinito. Es tal la preocupación, que el affaire Crisitano Ronaldo se ha quedado en un segundo lugar. Que sí, que deben escarmentar. Que no, que no se puede consentir que salgan en cuatro días. Que esto es un pitorreo, cualquiera mata y a la puta calle en veinte años. Así nos va.
Resulta que doy la vuelta a la calle y me encuentro con una pareja, que tiene una conversación de lo más conveniente. Ella le dice con acento chulesco, de Arniches:
¿Oye Javi, por qué no pedimos la pena de muerte, que hay que acabar con esta canalla? Muchos son inmigrantes y me han dicho que abortan y que son unos delincuentes de primera, ¿por qué no pedimos la pena capital?
Y él, con pinta de señoritingo andaluz, le contesta:
¡Ea, Espe!, tiempo al tiempo, que no se hizo Estados Unidos en una hora.
Es lo que tiene: la calle es la que manda, no se puede ir contra lo que la calle quiere. Y todo esto en pleno centro, esquina a Génova.
Salud y República