Y a usted ¿cuánto le mide?

Los homófobos están que se salen. Ayer dábamos cuenta de la baba cutre de Joseph Blatter, el homófobo presidente de la FIFA. No hace mucho, se hacían eco estos papeles del asqueroso test para detección de la homosexualidad, montado por los nazófilos checos. Pues bien: tardío pero cierto, la Comisión Europea (esa señora que a veces llega, aunque nunca a tiempo, como mi madre al aerobic…) les ha dicho –ya era hora, hombre- que alta va la linde, o sea, que a ver si no se estarán pasando.

Y es que se las trae el dichoso test de verificación de homosexualidad; su principio –chusco, acientífico y, desde luego, propio de las mentes más adelantadas del siglo XXX antes de Cristo- es la falometría, esto es: si se te empalma mirando imágenes de tíos, es que eres marica. ¡Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad!

A mí me recuerda el chiste del convento de frailes: habiéndose quejado una devota al prior de que los religiosos no eran castos –vamos, que le tiraban los rosarios-, decide aquél someter a su comunidad a prueba falométrica. Así, les va pasando estampas de mujeres desnudas y van los miembros a todos empinándoseles, salvo a un monje, de edad madura y curtido por cientos de rosarios. El prior, emocionado, se dirige a él, mira a los réprobos y exclama, transido de mística emoción: ¡He aquí, he aquí al único verdadero fraile, casto y puro! Con lágrimas en los ojos, mira al hermano en cuestión y le grita: ¡Un abrazo, ejemplo de vida consagrada! En el acto, al fundirse en el abrazo, nota el prior en sus partes el rabo duro del buen fraile casto al que, evidentemente, las femeniles estampas le habían hecho ni fu. Ni fa. Ni sol. Naturales o bemoles.

Semejante ridiculez… la misma del test checo.

Por eso ahora le miro ¡a usted! fijamente, miro sus partes bajas, pudendas o pudorosas, y… ¿está usted empalmando?

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