Acaba de ser publicado el conjunto de agrupaciones carnavalescas que participarán esta viernes en la Gran Final del Falla; y la verdad que salvo alguna sorpresa aislada, era lo que me esperaba.
Pero no sé si será porque este ha sido con diferencia de los últimos diez que menos he podido ver Carnaval, o que llevamos un febrero de lo más primaveral o qué sé yo, pero sentimiento "semanasantero" que diría aquél, cada día que pasa se hace mayor.
Tengo ganas de Cuaresma. Aún recuerdo cuando el Miércoles de Ceniza del año pasado empecé a escribir una entrada y no la terminé hasta verano... Tengo ganas de pasear por callejuelas y rincones y oler el azahar y jazmín; girar por una esquina y que una bocanada de incienso te transporte de repente a otro lugar, aunque bueno, en la Calle Córdoba, eso no va a volver pasar.
Y es que desde el ayuntamiento se ha decidido que no hay motivos para renovarle la licencia a la familia que desde hacía más de treinta años regentaba el puestecillo. Una pena, otra muesca más en la Sevilla que está convirtiendo Espadas. Una Sevilla fría, sin carácter y enfocada al que viene a dejarse el dinero de fuera. Ojo, que eso está muy bien, que hay que intentar que los comerciantes hagan dinero y prosperen pero no a costa de la esencia, y un puesto de incienso en una calle estrecha del centro, lo es.
Y así trascurren los días, entre la ilusión de volver a vivir Sevilla en su máximo esplender de color y belleza y la resignación de ver como cada día que pasa se vuelve un poco menos Sevilla y un poco más guirilandia.
Reitero que así es como yo lo veo, que lo mismo hay otras personas a las que les parece muy bien la gestión actual. Ni tengo el placer de conocerlos ni el interés tampoco.
Y ya me voy a ir yendo, despacito, sin correr, con el izquierdo por delante... y como este año vea/escuche a un guiri aplaudir la recogida del Cristo de Burgos, sí que me voy a enfadar del tó.