Esta es la pregunta que ronda la cabeza de algunas personas ante situaciones como la ruptura con una pareja de años, un desengaño amoroso, una pérdida total de confianza en el género humano o, simplemente, cuando no encontramos la respuesta que esperamos por parte de ese amigo o amiga con quien te sentías más libre y más sincero expresando tus sentimientos.
Sin embargo, no tiene que mediar ninguna situación dolorosa para plantearnos esta pregunta. También puede surgir cuando conocemos a alguien que nos hace gracia (y no por los chistes ni momentos cómicos que vivan juntos), aún sentimos por una expareja o nos vemos envueltos en espirales que aún sin verle la “positividad” de los acontecimientos vividos, son reconfortantes para nosotros.
Cuando surgen las preguntas nos encontramos en un cruce de caminos. No sabemos hacia dónde dirigirnos, hacia que dirección encaminar nuestros pasos ni lo que es más importante, no tenemos ni idea de cómo actuar ante la situación que tenemos que afrontar.
La indecisión merma nuestra nuestra seguridad en nosotros mismos, algunas veces la autoestima y, lo que es más importante, nos llena de confusión y la mayoría de las veces no sabemos o actuamos de forma equivocada ante el problema a resolver.
Más que problemas a mi me gusta llamarlos situaciones. Los problemas son aquellas situaciones que nos sobrevienen producto de la sociedad y la vida que tenemos marcada por defecto. Las situaciones son aquellos nudos, intersecciones que nos hacen crecer como persona.
Si te encuentras en estos momentos en cualquiera de las situaciones descritas anteriormente y el paso siguiente es tan incierto como la ruta de una sirena errante, párate a sentir y descifra cuáles son los sentimientos que te provoca esa reciente vivencia: ira, desapego, nervios, ansiedad, felicidad, pasotismo, victimismo… Y busca la respuesta en función del sentimiento provocado. Soluciona en función de tus intereses, sé egoísta por una vez ( o una vez más), pero no lastimes, no ignores, no trates a la otra persona como el demonio a exorcizar de tu vida porque recuerda que fueron tus propios pasos los que te pusieron en esa situación para vivir algo que necesitabas experimentar.