Revista Sociedad

¿Y ahora qué?

Publicado el 04 marzo 2016 por Abel Ros

Tras el segundo intento fallido de Sánchez, muchos ciudadanos se preguntarán: ¿y ahora qué? Se lo preguntarán, y con razón, porque el debate de investidura ha sido la crónica de una muerte anunciada. Una muerte que se pronosticaba desde el día siguiente de las pasadas elecciones. Así las cosas, nuestra democracia queda tocada, por la incapacidad de los elegidos para orquestar una mayoría holgada de gobierno. Algo nefasto para la economía, el Estado de Derecho y las Relaciones Internacionales. Para la economía, por la inestabilidad que supone un gobierno en funciones de cara a los mercados. Para el Estado de Derecho, por la parálisis de las turbinas legales. Y para las Relaciones Internacionales, por la debilidad de un barco – España – sin un patrón acreditado que lo pilote.

En caso de que se convocaran nuevas elecciones – algo muy probable tal y como está el patio – los más beneficiados serían – desde el análisis sociológico – el partido socialista y Ciudadanos. Aunque el hecho sea que "Sánchez ha fracasado", lo cierto y verdad es que su "fracaso" será un aval de cara a los próximos comicios. Será un aval, como les digo, porque él – Sánchez – ha sido, a diferencia de Rajoy, el candidato que no le ha hecho "el feo" al Rey; el único que ha buscado los apoyos necesarios para evitar las elecciones y, el único que ha conseguido articular un acuerdo programático con la marca de Rivera. Ciudadanos, por su parte, también sale bien de este lío – como diría Rajoy si nos oyera -, porque ha conseguido dividir a la derecha entre radicales y centristas. Algo formidable para reconstruir la antigua UCD de los tiempos de Suárez.

Podemos, sin embargo, queda muy tocado como debutante en el Congreso. Desde el primer momento ha puesto líneas rojas para impedir un acuerdo progresista. Tanto es así, que han votado en contra del líder socialista; a quien le ofrecieron la vicepresidencia del gobierno y nueve ministerios. Han votado en contra de Sánchez en consonancia con Rajoy. Y, para más inri, han sacado los trapos sucios del ayer, las heridas de los GAL. Así las cosas, el partido de Pablo Iglesias se ha convertido en un obstáculo para la izquierda; en una fuerza que ha buscado el reparto de sillones por encima de los intereses del Estado. Probablemente, el ciudadano castigará estas formas maquiavélicas de entender la política.

Llegados a este punto, lo más sensato sería que el partido socialista concurriera a los próximos comicios con las siglas de Rivera. Una marca unida: PSOE-Ciudadanos, sería un tándem perfecto para articular una opción de centro, que le hiciera cara al Pepé y a Podemos, los dos extremos del hemiciclo. Gracias a esta estrategia política, tanto los votantes moderados de Rajoy como los de Iglesias emigrarían hacia el centro. Un centro necesario para evitar, que fuerzas radicales se conviertan en condicionantes de opciones de gobierno. Si no se hace nada, y cada uno concurre por su lado, estaremos otra vez en el kilómetro cero del pluralismo presente. Un pluralismo de tintes partidistas y sin altitud de miras. Por ello, ahora más que nunca – y tras visionar la primera parte del encuentro – sería conveniente que repensáramos el sino de nuestras próximas papeletas.

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