Revista Sociedad

Y ahora Suecia

Publicado el 18 septiembre 2018 por Salva Colecha @salcofa

Si yo ahora voy y digo Suecia, así a secas, a muchos de nosotros nos vendría a la cabeza, como no, IKEA. Porque claro, aquello debe ser como una gran tienda de muebles a lo bestia, con Y ahora Sueciarenos, nieve, tundra y todo lo demás aunque vacío, muy vacío (son sólo unos 10 millones de habitantes, eso quiere decir que salen a muuucha nieve por barba) y eso que muchos de ellos, sobre todo ellas, fueron secuestradas por las películas esas de la caspa española de los años 70 en las que siempre era necesario que hubiese alguna sueca en la playa a la que cosificar (no creas que hemos avanzado tanto, trogloditas playeros quedan a capazos) ¿Qué hemos de hacerle?

Pero no todo en Suecia son muebles y señoras en bikini por Benidorm conduciendo un Volvo, también nos enseñaron a escuchar música por Spotify (¿cómo podía vivir yo

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antes?), entramos en la era del móvil con Ericsson o hasta nos vendieron su ropa en H&M… Pero sobre todo todos hemos envidiado alguna vez su bienestar económico. Vale que pagan muchos impuestos pero a cambio disponen de un envidiado estado del bienestar, una sociedad muy abierta y tolerante (ya lo decían en las “pelis esas” de Esteso&Pajares, Alfredo Landa y toda la “troupe”) y  una tasa de  desempleo que apenas llega al 7%. Vamos, el paraíso.

Todo parecía ir miel sobre hojuelas, Suecia no era el problema. No lo era hasta que el otro día oímos un grito aterrador pero tristemente familiar en esta Europa que se nos cae a

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pedazos “Suecia para los suecos”, chillaban con un discurso xenófobo y antieuropeista. Lo ví por la tele y la verdad es que me asustó. Temí que ganasen las elecciones, lo que significaría un paso más hacia el final que a este paso parece cantado. No lo consiguieron, pero haciendo valer el discurso del miedo al diferente han  multiplicado por tres sus resultados de 2003. No han ganado las elecciones pero puede que tengan la llave del gobierno. Ellos, los que hasta ahora eran unos apestados y que ahora parece que tienen cierto gancho entre nuestros jóvenes (No se si has visto una peli estrenada este año en La Berlinale llamada “When the war comes”, trata de unos jóvenes que montan un grupo paramilitar en Eslovenia ante las narices de todo el mundo. Si puedes no te la pierdas, es escalofriante pero real).  

Ahora en Suecia, ayer en Hungría, Eslovenia, Polonia, Trump a la otra parte del charco… ¿Qué nos está pasando?¿No hemos aprendido nada de una historia reciente llena de sangre y espantos?¿Cuanto tiempo más se

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podrá ir parcheando esta situación?  Si no espabilamos llegará el momento en el que ganarán las elecciones, de hecho poco a poco lo van haciendo, y entonces todo habrá acabado. Seremos un amasijo de países que se dan la espalda unos a otros y de ahí a sacarnos los ojos los unos a los otros sólo va un paso que puede que se esté preparando mientras leemos esto.

Puede que pienses que soy un exagerado, o puede que no. Pero el caso es que el Parlamento Europeo ya ha tenido que aprobar, por primera vez en su historia y por una mayoría aplastante, una

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resolución para sancionar al gobierno de Viktor Orban. Nada más y nada menos que por violar los Derechos Humanos de los emigrantes (si, aquí en Europa). Pero a pesar de todo la sanción no irá más allá de una regañina porque para hacer algo se necesita la unanimidad de todos los países y está claro que, por ejemplo Polonia, no votará contra su “amiguete” Ah! Y no olvidemos que nuestro muy civilizado, democrático y “masterizado” PP se ha puesto de perfil al respecto con tres votos a favor de Hungría, nueve abstenciones y tres que salieron huyendo. Ya me dirás si con ese panorama nos hace falta un nuevo partido Ultra en España. Preocupante, ¿verdad?  

Pero quizá el problema sea de los partidos tradicionales que por lo visto ya no nos ilusionan. O quizá seamos nosotros los que fallamos por apoyar indirectamente las políticas de “mirar hacia otra parte” de la UE. Puede que debiéramos prestar más atención a la tormenta que se está fraguando y usar con nuestros propios hijos las mejores de las armas posibles para evitar el desastre, la lectura, la educación y el diálogo. Nos va la vida en ello.


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