Y al séptimo día crearon el infierno

Basada en el libro de Emma Donoghue, El prodigio es una película que alerta del fatal efecto del fanatismo religioso en una niña, víctima de su familia y de una comunidad que busca "una santa" que atraiga peregrinos y recursos económicos. En la Irlanda, de finales del siglo XIX, tras los efectos de una brutal hambruna que había sembrado de cadáveres los caminos, una enfermera inglesa, interpretada por la actriz ahora de moda, Florence Pugh, debe vigilar a una niña para comprobar si es verdad que lleva cuatro meses sin tomar bocado. El ambiente que se crea en la película provoca que la miseria y la ignorancia casi se pueda oler, palpar. La asfixiante cerrazón que respira la historia no nos es ajena, aun cuando discurra dos siglos atrás, pues siguen a sus anchas los fanatismos en múltiples culturas del mundo, incluso en la nuestra. La crisis económica, la desesperanza ante las catástrofes naturales, la desigualdad, son caldo de cultivo de intereses económicos que se aprovechan de la necesidad de un milagro de muchas personas.

Algunos dirán que el estreno de la película se ha producido en fechas demasiado cercanas a la Navidad. Al contrario, viene bien recordar que las creencias se pueden articular de diferentes formas, pero que siempre deben basarse en el amor propio y ajeno y en el respeto al otro. En esta historia brutal, que se inspira en los casos recogidos a partir del siglo XVI y hasta el XX, en el que mujeres iniciaban un ayuno que aseguraban duraba meses, protegidas por el espíritu divino, la religión mal entendida crea un infierno. Algunas de esas ayunadoras de las que se tiene constancia a través de diferentes documentos, perdieron la vida en su intento de alcanzar el cielo. Ojalá decidamos entre todos crear un paraíso aquí, que abrigue a todos, con justicia social, tolerancia y respeto, ese sería el verdadero milagro.