Revista Cine
Vergüenza debería darme todo el tiempo y todo el esfuerzo en este blog y no haberme parado adecuadamente sobre los Sopranos. Si alguien lee esto y no ha sometido a su organismo a la dura prueba de 86 capítulos de esta extraordinaria experiencia, sepa que cuenta con mi beneplácito para ausentarse el tiempo que requiera subsanar esa situación. Sé que quien se ausente con ese fin volverá siendo mejor, aún. Ese es el efecto: ver una serie y saber que nos mejora en algo aunque no sepamos bien en qué. Mi experiencia no es reciente: fue hace unos cuatro años, de manera intensiva y exhaustiva. Tan intensiva que sé que necesito una situación especial para repetirla. Para provocarla, ni que sea un poquito, leo uno de esos libros de la editorial Errata Naturae, cuya búsqueda de la promoción de las grandes ficciones contemporáneas me parece admirable. Conceptualmente, por eso. En la práctica siempre se resuelve de modo desigual. Quiero decir que, igual que me pasó con un libro parecido sobre The Wire, leer la colección de ensayos empaquetada como Los Soprano forever me resulta algo desorientador. Siempre está el ensayista que se lía a mencionar referencias de toda condición y pelaje (hay un artículo con notas al pie tan extensas que parece haber sido escrito por David Foster Wallace), siempre está el ensayista que intenta atropelladamente demostrar que la ha visto más y mejor que nadie, y ese conjunto de panegíricos y loas prácticamente incontinente me aboca a mí a zanjar la lectura con la mejor de las verdades que se me ocurren sobre estas cosas: sí, oriéntate con esas opiniones, tanto a priori como a posteriori; pero mejor que el disfrute directo, mejor que el sentarse a darse el festín, nada.