Esta noche, este burgomaestre tenía intención de subir la tan postergada tercera parte de la entrada dedicada al actor Luis Peña. Pero como suele suceder, los hechos se han impuesto a las proyectos. Este burgomaestre ha sabido que nos ha dejado Antonio Ozores Puchol, el entrañable “Pirulo” y, buscando algún consuelo para la tristeza que este conocimiento le ha producido, se ha dicho: “Se reunirá con Peliche”. Ojalá sea verdad. Lo va a ser, al menos, en nuestro cada vez más nutrido panteón de cómicos. Tal vez ahí los dos hermanos se vuelvan a reunir con Miguel Gila y los tres vuelvan a jugar, grabando sus ocurrencias en un magnetofón, o disfrazándose con los infinitos trajes que se guardan en los baúles de la Eternidad.
El 24 de agosto del pasado año 2009 nos dábamos aquí el gusto de felicitar a Antonio Ozores por su octogésimo primer cumpleaños. Le deseamos entonces, de todo corazón, que “cumpliera muchos más” y nos duele hoy, como si alguien nos pisara el ánimo, saber que aquella
fue la última felicitación. Es muy injusto y muy feo que se nos vayan los cómicos. Porque les queremos, porque son insustituibles, porque nos han dado lo que más necesitamos y nosotros, apenas les hemos podido devolver nada. Antonio Ozores era uno de los artistas más populares y queridos por el público. Profesional de la actuación por vocación, por convicción y por genética, tenía el humor en la sangre y lo destilaba por sus poros. Sus sonrisas desmayadas, sus comentarios deslizados como por descuido, su aparentemente imprecisa y casual manera de encajar las gracias hacían de su estilo una joya única y venerable. Flaco, larguirucho, con ojos saltones, dotado de una personalidad que jugueteaba con registros dispares, que iban del nerviosismo al descaro o a la desidia , Antonio Ozores recorrió todo el camino de la comedia cómica española a lo largo de medio siglo de actividad, desde que en los años cuarenta debutara en la compañía de sus padres, Mariano Ozores y Luisa Puchol. ¡Cuántas risas nos ha proporcionado Antonio! ¡Cuánta felicidad nos brindó! Y ello, sin echar mano de artificios, siendo, feliz, despreocupada, gallardamente, él mismo. Ahora que Antonio nos ha dejado, ¿quién nos va a poder explicar tanta cosa absurda como nos rodea a diario? ¿Quién va a encontrar las palabras adecuadas, ésas que él inventaba, para dar forma al galimatías que nos envuelve cotidianamente?Hoy sólo podemos decir adiós. No tenemos arrestos y claridad para más. La muerte, inexplicable, tozuda, desconsiderada, fea, torpe y ruin, nos ha hecho otra faena. Se ha llevado a “Pirulo”, nos ha dejado más solos.
Coda: Penúltima lección magistral de don Antonio (de su libro “La profesión más antigua del mundo”, Ed. Belacqva, 2004):
“Yo no me llevo muy bien conmigo como actor. Por supuesto que he hecho películas, digamos que de poca categoría en la que yo como intérprete he estado bastante mal, para qué vamos a andarnos con tonterías. Pero justifico el haberlas hecho porque como cada quisque tenía que pagar el alquiler del apartamentito, la luz, el gas y mi bocadillo de jureles. Porque aquí donde me ven, económicamente he tenido épocas de una debilidad económica extrema. Después de interpretar “Los tramposos”, en el año 1963 estuve todo un año sin que nadie me contratara. ¿Extraño? Para nada. En esta
profesión es muy frecuente. No me ha ocurrido sólo a mí sino a infinidad de actores. Una cosa es el oropel del éxito, los autógrafos y otra muy distinta no poderte tomar cien gramos de gamas. En esos momentos de penuria me encontraba en un bar tomando una caña –mi presupuesto no daba para más- y cosa curiosa, un grupo de personas, todas con un papel en la mano, vinieron a pedirme un autógrafo. Paradójico, sí señor. Porque resulta que el vulgo cree que en cine se gana una barbaridad de dinero. En los años que van desde el 50 al 65, se ganaba muy poco, al menos yo. Treinta mil pesetas cobré por protagonizar con Tony Leblanc “Los tramposos”. Se dice siempre: “Bueno, es que treinta mil pesetas en esa época era mucho dinero”. Pues no señor. En esos tiempos un piso mediano costaba un millón. Yo tardé bastante en ganar lo que se dice ganar. Las series de televisión que hice fueron las que me sacaron a flote, y también varias películas a partir de los años ochenta.(...) Todos los acontecimientos ocurridos en mi vida, afortunados o tristes, me han cogido con maquillaje en la cara.”
Descansa en paz, Antonio. Mucho ánimo, Emma.