Imagen de la convocatoria anunciada en Bruselas
Desaliento, descontento, rabia, cansancio, tristeza, indignación. Sentimientos que han despertado a los jóvenes españoles y que han arrastrado a los no tan jóvenes a lanzarse a la calle en masa. No a protestar, a reivindicar. Los silenciosos deseos de revolución han dado paso a los ruidosos intentos de que se escuche a la sociedad. Una sociedad española que malvive acosada por una tasa de paro del 20 %, ridiculizada por unos partidos políticos vendidos primero al marketing y luego a las grandes corporaciones empresariales, ahogada por un rescate bancario estatal que nadie quiere, porque no son culpables de ello. Unas entidades financieras que, bendito capitalismo malentendido, se metieron en capitales riesgo, tomando decisiones económicas amparándose en el capitalismo y que, cuando han perdido, se amparan en el proteccionismo estatal. Un estado que pasa por el aro y les rescata, obligando a su sociedad a pagar los errores de otros, mientras se asfixian sin trabajo, sin futuro…
Quien no quiera escuchar que no escuche. Estos movimientos no tienen color político, ni siglas ni banderas. Las criticas desde el PSOE (por citar el ejemplo de Jauregui que intentó utillizar esa política del miedo al franquismo) o del PP (con Mayor Oreja asustado por el cariz de los acontecimientos) no hace más que echar leña a un fuego ya avivado.
No se habla de política, sino de respeto a unos derechos pisoteados desde las altas esferas ejecutivas y legislativas. Las Juntas electorales, de repente, declaran ilegales algunas concentraciones. Reuniones pacíficas, pero multitudinarias. Estas, para las Juntas, ponen en peligro las elecciones ¡a cuatro días de los comicios!.
La sociedad española ha demostrado que no está dormida. Ni en España, ni en el resto de Europa. Ya hay concentraciones organizadas en Turín, Roma, Viena, Lisboa, Bruselas, París, Berlín…y siguen sumándose ciudades.
Ahora, toda aquella indignación que motivó las concentraciones se ha transformado en ilusión. Una ilusión por cambiar las cosas, por proteger nuestros derechos, por responder a la injusticia. Que nadie nos venga con que nuestros padres y abuelos derramaron sangre por los derechos de los que disfrutamos, por que esos derechos que consiguieron, son precisamente los que están pisoteando. Porque esos padres y abuelos tambien han salido a la calle.
Los medios de comunicación están vendidos, no es nada nuevo, pero son necesarios. Que las corporaciones mediáticas estén al servicio de intereses políticos no significa que los profesionales que trabajan en los medios, doblen las rodillas. Somos profesionales independientes. Formamos parte de un colectivo históricamente respetado, con una responsabilidad social que no debemos olvidar. Somos transmisores de la realidad. Y la realidad es la que es, no tiene dobleces, ni prismas, ni ideologías. ¿Dónde están las Asociaciones de la Prensa? ¿Dónde están los comunicados llamando a la responsabilidad mediática como se ha hecho en otras ocasiones?.
Yo confío en la independencia; no de los medios, sino de los profesionales que trabajan en ellos y de aquellos que lo hacemos de manera independiente.
El paso se ha dado. La gente está volcada. Ahora toca seguir, continuar hasta asfixiar a los que nos asfixian, hasta ahogar a los que nos ahogan, hasta indignar a los que nos indignan y hasta ridiculizar a los que nos ridiculizan.
La juventud no está dormida, la sociedad no está vencida. La fuerza del colectivo, la reunión pacífica es nuestra única arma. pero cuidado, que está muy cargada. Y las balas de la indignación hieren….pero las que son mortales son las balas de la ILUSIÓN.
Desaliento, descontento, rabia, cansancio, tristeza, indignación…..pero por encima de todo ILUSIÓN. Ilusión por el cambio real.
La generación perdida se ha encontrado a sí misma. Y no se va a marchar. No nos vamos a marchar.
ÁNIMO
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