Revista Diario

Y con los dos años llegaron las rabietas

Por Mamareciente

Y con los dos años llegaron las rabietas.La primera vez que leí la expresión “terrible two” referente a los dos años de edad de los niños me resultó graciosa. Hay que ver estos ingleses, tienen expresiones para todo. Como la palabra toddler, que me encanta.
Pero como en todo, no es lo mismo leer sobre un tema desde la distancia, que leer cuando has experimentado esa situación. Así me pasó al leer hace unos días a Belén, en su blog Mamá sin complejos.
Aunque el Chiquinini se había cogido hasta ahora algún berrinche esporádico, no habíamos empezado de verdad con las rabietas. Hay que ver cómo cambia en esos momentos, de ser un niño alegre a sacar todo su genio.
El desencadenante puede ser cualquier cosa: no querer subir al coche, no querer bajar, querer quedarse en la calle o querer cortar la salchicha con el cuchillo él sólo. Es curioso cómo en ocasiones quiere hacer las cosas él solito, “yo puedo, mamá no ayuda”, y otras veces para la misma situación es al contrario y dice “no puedo, mamá ayúdame”.
Casi siempre le comprendo. “Por qué ahora sí hay que ir a la calle aunque no me apetezca y cuando yo quiero ir no se puede? Por qué puedo pinchar la salchicha pero no la puedo cortar? Por qué me tengo que poner la camiseta roja si a mí me gusta más la del pájaro?”. Pero la situación no siempre es fácil de manejar. Depende también de cómo “nos pille” a nosotros: con prisa, sin prisa, cansados o no, de buen humor o no, en casa o en un lugar público…
Hasta la fecha no he perdido la paciencia ni los papeles, pero he estado a punto. No soporto cuando saca el genio y me quiere levantar la mano. Pero de qué va este mico! A veces se controla y veo cómo aprieta el puño con rabia. ¿Será posible? Esa actitud me duele.
En esos momentos el intentar hablar y razonar con él es totalmente inútil, entre otras cosas porque no escucha. Arrecia el llanto y no puede ni oir. Llega un punto en el que llora menos enfadado y más desconsolado, como si no supiera explicar qué le pasa y no supiera cómo parar. Como hasta entonces procuro no hacerle mucho caso, en ese momento es cuando intento acercarme a él, calmarle y desviar su atención a otra cosa.
Pero me entran mil dudas. Una vez pasado el episodio, ¿debería regañarle? No, no creo, no sabe muy bien como se ha metido en esa “espiral”. ¿Y consolarle? Uf, diría que tampoco, pues no se trata de que la rabieta tenga mimos como recompensa. ¿Qué hacer? En fin...y creo que sólo estamos empezando.


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