Revista Cine

¿Y con qué se come?/VII

Publicado el 22 febrero 2011 por Diezmartinez
¿Y con qué se come?/VII
Hace unos días, el lector transterrado Josafat Moraila me envió un largo correo que plantea varias preguntas sobre el cine documental, tan de moda en el blog en los últimos días -por Ambulante 2011, por Presunto Culpable. A continuación, una versión reducida y editada de las preguntas de Josafat y, luego, mi respuesta y reflexiones:
"Usted apreció mucho la primer parte de Zeitgeist, la que habla sobre la religión pero, en realidad, todo el documental está hecho con recortes y pegostes de imágenes fotográficas encontradas en internet o videos ya existentes, ¿qué diferencia hay entonces entre un libro con la misma información?, ¿dónde queda lo visual, lo que hace al cine al fin, sin importar su género? Por otro lado existen documentales visualmente bien hechos: ¿hacer un documental visualmente bello sería demasiado, algo inútil? También está el caso de Los que se quedan, filme del cual los dos somos very fond of it pero ¿no será acaso por sus personajes documentados y no meramente por una investigación periodística? Por último, ya que menciono el periodismo, qué hay de los trabajos periodísticos para la televisión, ¿eso sería considerado cine? ¿o acaso estoy cometiendo el error de ponerle la etiqueta de cine cuando simplemente es documental a secas?".
Como dijera el viejo Jack, vamos por partes. El cine documental es cine, valga la perogrullada. De hecho, es el primer cine existente -los otros dos son, en orden de aparición, el cine de ficción con sus respectivos géneros, y el cine de animación, con todas sus distintas técnicas y géneros. El cine documental también tiene géneros propios: el documental etnográfico, el documental-ensayo, el documental militante, el documental de la vida animal, el documental deportivo y un largo etcétera.En Zeitgeist -un documental-ensayo entretenido aunque de contenido más que discutible-, en efecto, se echa mano de fotos, imágenes, animaciones y material videográfico/cinematográfico, pero esto no demerita, necesariamente, al documental. Hay grandes cineastas que han hecho toda su obra precisamente con el manejo preciso de este material: véase la fascinante obra documental/intelectual de Adan Curtis (The Century of Self/2004, The Trap/2007), la deportiva e histórica de Ken Burns (Baseball/1994) o la del oscareado este año Kevin Browlown (Hollywood/1980), quienes hicieron de la edición de material fotográfico/visual -además de las cabezas parlantes- todo un arte.Un documental visualmente bello, sin narración, que deje a las imágenes y sonidos hablar por sí mismo también es válido. Aquí podríamos dar muchos ejemplos, pero baste mencionar la reciente y notable Sweetgrass (Barbash y Castaing-Taylor) que, por cierto, se está exhibiendo dentro del Ambulante 2011. Y por último, cuando un documental se acerca a una persona o a un grupo de ellas para retratar lo que hacen, lo que piensan, lo que sueñan, lo que sufren, por supuesto que el éxito del documental depende de ese grupo de personas/personajes elegidos. Everardo González encontró sus diamantes en bruto en Los Ladrones Viejos(2007), tal como Juan Carlos Rulfo se topó con las familias de Los que Se Quedan (2009). Pero cuidado: no hay que caer en la ingenuidad de creer que González o Rulfo no hicieron nada más que interrogar a sus personajes y ya. Detrás de este tipo de cine hay una investigación exhustiva, una búsqueda de personajes, los propios interrogatorios, la edición de los mismos, la puesta en imágenes, la musicalización... En cierto sentido, lo que ha hecho Rulfo es seguir los pasos, valga la distancia, de Flaherty en Nanook el Esquimal(1922): se acerca a las personas-personajes, se confunde entre ellas y construye una narrativa visual/emocional depurada pero, también, re-creada. Y vuelvo al inicio: el cine documental es, antes que nada, cine. Y todos los ejemplos aquí anotados -incluyendo la obra de Curtis, Brownlown o Burns- es cine. Gran cine, de hecho.

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