Revista Tecnología

Y… dale con el whatsapp de los whatsapps!!!!

Publicado el 07 noviembre 2012 por Puramariacreatriva

Y… DALE CON EL WHATSAPP DE LOS WHATSAPPS!!!!

AVISO: CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA (cariño, no pongas morritos…es literatura ¿eh?

Se acabó, sí. Ya no soy androide. Ni androide ni tu tía.

De hecho, he mandado al móvil a paseo y, ahora, la única forma de comunicarme, aparte de los chillidos, es a través de un teléfono fijo que  encontré hace unos días en  mi trastero. Sí, allí estaba el artilugio, aislado y en cuarentena, como los enfermos en las pelis de horror-del-fin-del-mundo americanas, pero sin tienda de campaña aislante ni mosquiteras protectoras. En un rincón. Abandonado desde hace no sé cuánto tiempo. Tanto que ni recordaba que una puede llamar por algo que no tenga apps, internete, teclitas con  caras que te sacan la lengua y, sobre todo, que no se pudiera meter en el bolso. Lo primero que hice fue intentar conectar el wifi. Le di la vuelta al cacharro y miré por todos lados. Ni wifi, ni wifo. Aquello solo tenía una cordoncito enrollado que conectaba la base a lo que, según recordé al hacer memoria y volver a mis años de adolecente que hacía llamadas al ligue intentando que su progenitor no se enterase,  era el auricular. Madre mía qué auricular…el modelo de teléfono fijo debía haberse llamado, en aquella época y en comparación a los mini móviles actuales, algo así como Nacho Vidal Ace III. Madre mía qué auricular…Por ahí no se oía. Y no se oía porque, directamente, su tamaño era tan descomunal que, directamente, te planchaba el pabellón auditivo (el auditivo y el deportivo, el pabellón, de la ciudad del que se lo ponía en la orejita).

Pues bien, hace unos días, cuando le di pasaporte a mi Samsung, bajé al trastero y localice el teléfono de color vainilla-pero-menos. Ya tenía ese tono rarito que toman las cosas que, tras haber sido manoseadas más que la barandilla del ambulatorio, se envuelven en una pátina de suciedad especial. Después del shock, al ver al antepasado antediluviano de mi móvil de nosécuál generación, decidí que, definitivamente, iba a sustituir a un artefacto pequeño, pero diabólico, que había arruinado mi vida: el jodido Samsung. Por cierto, ¿no os suena esa marca a marca bíblica? ¿No lo asociáis a Samsung y Dalila? Me repele hasta nombrarlo, menos mal que lo lancé al contenedor de la basura que hay frente a mi casa, envuelto, como esos regalos de broma, en mil y un papel de periódico… de ABC, concretamente, que es el diario que compro exclusivamente para poner algo entre el empapador de mi perrillo y el suelo y, como en este caso, para asegurarme que le coloco una mortaja eficaz a los objetos que se vuelven monstruosos (ahora recuerdo que hice lo mismo con un cisne horrible de porcelana made in cochinchina que me regalo para reyes, hace una montonada de años, la ahora, afortunadamente, mi ex cuñada)

Bueno, que me voy por las ramas…por las ex ramas, perdón.

El caso es que el móvil ha arruinado mi vida y mi matrimonio…o, pensándolo mejor, ha arruinado mi matrimonio y ha arreglado mi vida…o…bueno, no sé, pero ha hecho lo que los moernos llaman “provocar un cambio de paradigma”. Me ha cambiado el paradigma y hasta el paraguay, el para todo. Que ¿por qué? Pues os lo cuento enseguida. Antes, si no os importa, os voy a pedir algo: desconectad los puñeteros móviles porque, aunque esto sea escrito, si empieza a sonar el pitidito de las narices, os mando un troyano…que estoy muy afectada y necesito mimos internaúticos, hombre! La cosa es que el móvil ya se había convertido como en una prolongación de mi misma. El Samsung me despertaba cada mañana con una canción de los Beatles que decía lo del let it be, pero que de let it be, de tomármelo con calma na de na, porque duermo fatal y ni con los Beatles, ni con la tatarara cantada por el profesor estivill a la mala leche mañanera (parece ser que la mala leche del despertar se debe a que es leche ordeñada a contrateta de una vaca susceptible) se le unía el instinto nada básico sino asesino que me desataba el móvil de las narices zumbando el sonidito y sonando, porque estaba en modo noséqué, cada 10 minutos, sin parar, como una campana, pesadísimo, al punto de que se alargaba tanto el acto del jorobar para sacarme del catre que, al final, solo cantaban 2 beatles, el resto se había quedado afónico. A partir de su uso como gallo androide, cacareando para despertarme, venía una serie de pitaditas característica. De las pitaditas a la taquicardia había un paso, solo uno. De las pitaditas a desear desaparecer y esconderme en  un agujero del centro de la tierra (o en el de bankia, que no me importaría, para qué os voy a mentir) solo transcurrían unos segundos: el monstruo de mi androide empezaba, como un loco, a desplegar notas y avisos que ocupaban toda la pantalla: a las 11.00 llamar a fulanito; cumpleaños de menganita; sin hora: si no tienes la menstruación, a por el predictor; gym a las 18.00; comprar bolitas de homeopatía de nomeacuerdo qué nombre; rellenar doc del trabajo; y… ¡ME QUIERO MORIR! ((de muerte de mentiras, claro)) Y me callaba eso de me quiero morir porque como mi móvil tenía un apps (ni puta idea de qué quieren decir las siglas de las narices) llamado SHERPA que es inteligente  (a veces he creído que más que alguno de los jefes y jefas con los que he trabajado) si largaba algo, el móvil lo recogía y era capaz, en medio de una reunión de trabajo, de decir, en voz más que alta:” Candela, recordatorio: te quieres morir”. El móvil era, a media mañana, como una agenda asesina. Digo yo que la batería del Samsung chuparía pastillas de ginkgo biloba, esa planta que estimula la memoria porque…A mi Samsung seguro que no le diagnostican ninguna enfermedad ni senil ni de falta de riego sanguíneo… Ahí no acababa la “misión” de mi móvil, aunque a esas horas ya me había “trastocado” y llevado al límite de manera notable. A partir del mediodía venía la sesión económica. No me refiero a que yo juegue a la bolsa ni nada por el estilo, que la única bolsa que toco es la de Carrefour o la de mercadona. No. Lo que pasaba con mi verdugo androide es que, y desconozco por qué en lugar de jorobar no se echaba una androide –siesta, comenzaba a “cantar” el declive económico al que me han llevado los “santanderes”, los carrefoures, los onos, los yoigos, las iberdrolas, los…El Samsung (que cada vez era más Samsung y ya se debía haber cambiado de nombre por el de Goliathum) iniciaba una lluvia de sms diciendo: recibo cargado a su cuenta de santander  central hispano número …(lo oculto por costumbre, lo podría decir sin miedo: si entráis en mi cuenta no encontrareis mucho!) concepto ono (u otros) por importe X (ecuación en la que X es igual a “demasiado”)… El cacharro, a esas alturas, ya se estaba casi apoderando de mí. Tras la guerra furibunda de sms rompedores de bolsillo, el móvil estaba calladito un rato, pero contra-atacaba otra vez después de comer: la puta alarma, de nuevo, aunque ahora solo era John Lennon el que decía, sin mucha convicción: “!Let it be, Candela, if you can, you can, tucán!”

Y así hasta media tarde: todo dios enviando whatsapp, preguntándome dónde estaba, qué hacía…Ese whatsapp es como una versión de la CIA en el móvil, joder…Sonaba una campanita: dnde estás? y le añadían una carita a la que yo, directamente, le habría sacado burla. ¿Cómo que dónde estoy? Joder!!! Es que no voy a poder ir al bañooooooooooooooooooooo

K haces? Me quiero morir (otra vez, prueba inequívoca de que creo en la reencarnación)

Dios mío, exclamaba como una atea que ha recuperado su fe al caer del caballo (en este caso al caer del váter) ¡Nuestra señora del whatsapp, madrecita androide, que me dejen en paz, que se rompa el Samsung, que le den por el whatsapp al ídem, joderrrrrrrrrrrrrrrr

Bueno, pues si lo que os he contado os parece poco… ¿Cómo? ¡AH! Tenéis razón, no os he explicado por qué ha arruinado mi matrimonio el móvil, es verdad. Vale, os lo cuento porque sois vosotros: llevo un mes con un “divorcio condicional”. El juez me ha dicho que está esperando las pruebas, y que sí lo que digo es cierto, me darán el divorcio en firme y a mi cónyuge un móvil nuevo. La cosa es que hace un mes escribí a mi chico un whatsapp de esos. Mientras le escribía me apareció en la parte superior de la conversación (creo que se le llama así) el texto-cañonazo siguiente: “X está escribiendo”  Le llamo cañonazo porque me sentó como tal. ¿Ya me está escribiendo mi amor?, pensé yo. ¡Pero si aún no le he escrito nada! Decidí teclear una frase romanticona, que estaba yo mimosa, vamos. Aquello seguía, mostrando la frase esa de ““X está escribiendo”, y me dieron la una, las dos y las diez (y no me lo cantó sabina, no, no creáis) y mi chico no escribía, a mí, vamos, nothing  de nothing, así que al llegar a casa, volví a mirar mi Samsung antes de ponerme las pinturas de guerra y desenterrar el hacha de ídem: “Última vez a las 21:10 horas”. Me salió el monstruo que llevo dentro: Si eran las 21:00 y yo no tenía respuesta de mi amor -que estaba ya con un pie en el podio para ganar el primer premio de ex amor- ¿A quién le había estado escribiendo el muy ingrato? Así que, sin decir nada, se montó un whatsappón de tres pares de whatsapps ¡Un desastre! ¡Te juró que yo no he escrito a nadie”, me decía con cara de ser víctima de una falsísima acusación. ¡Te prometo que no! ¡Eso de la hora no es del último whatsapp que he escrito sino de la última vez que he enganchado los datos! continuó insistiendo.

“Enganchar los datos”, le dije jarreando (que es poner los brazos en jarras asesinas como hacen las mujeres que en invierno van sin medias en la tierra de mi abuela Candelaria) ¡A ti si que te voy a enganchar!

Y de ahí me fui al juez, que no terminó de aclararse mucho, no sé si porque él también whasappea o qué…el caso es que me ha dicho que va a aclarar quién tiene razón, s i mi chico o yo…y según sea su respuesta…pues….

Por cierto, si alguien sabe qué coño significa “última vez a las X horas” escrito en una conversación de whatsapp, que me lo diga, please, no sea  que haya perdido al amor de my life, y tenga yo que hacer lo que menos me gusta, que es recular, por no entender a un androide que whatsappea incomprensiblemente…


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