David rescató su honda. La utilizó con rabia, y tanto empeño puso en afinar la puntería que revalidó su propia historia. Bien es cierto que a la vista tenía un Goliat más gigante que nunca, visible, chillón, provocativo, que cometió la imprudencia de despreciar el tamaño del enemigo y, encuestas en mano y toda la maquinaria trabajando a destajo, se reía de él mientras se relamía. No fue preciso un GPS para posicionar la pedrada, abriendo una brecha en el orgullo y quizás en la Moncloa.
Las “mareas gallegas”, agitadas por la luna del 15M, ahogaron los sueños del señorito Feijóo – presidente de la Xunta de Galicia – de llegar a las costas de Génova y ponerse a los mandos de un buque a cuya estela revolotean las gaviotas. Mucho tendrá que elucubrar este bellaco para hacerse con el timón, pero sobran a su condición astucias y tretas, lo veo muy capaz de matricularse en la mejor escuela de baile para moverse como nadie en la “danza de los puñales”.
Los feudos feudales han caído a pesar de las obras acometidas para aguantar el asalto, alguna auténtico pucherazo; de nada ha valido jibarizar parlamentos eliminando 20 diputados – como el de Castilla La Mancha – para que todas las cabezas (de lista) fuesen una sola cabecita, de Cospedal, su presidenta. Ni el Rap extremeño le sirvió a Monago para entonar el hip hop ¡hurra!, se ha caído el pobre de la burra, tan cargadas sus albardas con resbaladizos asuntos.
En Madrid hizo falta atender el desafío, uno más, de la Esperanza más indigna de portar ese icónico nombre, “tenéis tres días para encontrarme algo”, le dijo a la prensa justamente tres días antes de las elecciones, y se lo encontraron por millones de euros ingresados en una cuenta, ahora le quedan a ella muchos años para explicarlo, no tiene prisa. A esta sexagenaria, como le encanta etiquetarse, no le quedarán más preocupaciones que elegir bien el Tena Lady, que se avecinan orines de rabia en el banco de la oposición. Las gaviotas de su jardín se van a travestir en buitres para caer sobre sus huesos, vete tú a saber cuántos de sus compañeros no tienen ya preparado el disfraz, mejor pasar desapercibido por si sale viva del lance, herida tiene más peligro que todos los barones juntos con sus pares de atributos.
En la Comunidad Valenciana, zona zero de la corrupción patria, cae la alcaldesa del “caloret”, ahora ya muy sofocada, cae el presidente Fabra. Rita Rita, esta vez se quita, Fabra Fabra, también contigo se acaba. Caen las Islas Baleares. Aragón y su Zaragoza. Caen las capitales andaluzas. Caen otras plazas menores, agudizando los dolores. Cae el castillo de naipes, el de las cartas marcadas. Cae todo menos el Capitán Plasma que sin ejército sigue empeñado en ganar nada. Que así sea, mi capitán. Líder valiente donde los haya, no da la cara ante las debacles que llevan su ADN y se refugia en su puro y Marca (marca España).
La izquierda rota ha roto la derecha unida. Alguna de las tribus de la indignación estaba muy avezada en la guerrilla. Debido a la escasez de recursos, incluidos los económicos, se invocó a la ciudadanía, a su trabajo, a su voluntad, a su creatividad, ingenio e imaginación, a voluntarios, a desvelos, a pequeñas aportaciones monetarias. Así se derrota a un ejército infernal compuesto por voluntades compradas a golpe de talonario. ¿Qué no tienen experiencia los recién llegados? ¿Qué no saben gobernar? ¡Anda ya! ¿Quién ha gobernado antes? ¿Cómo?
No hay alboroto en los cuarteles de los perdedores, solo el ruido generado por las destructoras de documentos, o el de las plumas firmando, antes de marchar, contratos blindados. Discos duros con las tripas reventadas como premio por haber sido silenciosos guardianes de secretos inconfesables. Triste escenario, el de la desbandada.