A esta altura del hipertecnológico siglo veintiuno la ciencia lo busca, lo invoca y lo necesita, al mismo tiempo que paradójicamente escapa a nuestra total comprensión, esto es, si se nos hace difícil tener idea de lo que representa un googolplex, o sin ir tan lejos la cifra 1.000.000, para lo cual apelamos a metáforas urgentes, menos podemos acceder con facilidad a la noción de infinito. Y como no podemos soportar ni tolerar su exasperante abstracción, su invisibildad conceptual, al menos para tenerlo entre las manos y manipularlo lo representamos gráficamente, buscamos el símbolo. Oficialmente lo hizo el matemático inglés John Wallis en 1656 con la lemniscata, algo así como un ocho acostado y ligeramente aplastado por las circunstancias, sin que se descarte, no podía ser de otra manera, su posible origen místico en la representación de la serpiente uróboros. Casi lo más parecido a la idea de Dios (esa idea innecesaria según los papers de Hawking et. al.) que se ha visto por ahí. ¿O será que realmente Dios ha muerto como decía Nietzche y el infinito son sus restos?. En fin, dejemos pendiente la respuesta a semejante intriga metafísica para ver a continuación algunas de las más conocidas y espectaculares apariciones en escena del infinito.
