Si se calla el cantor calla la vida
porque la vida, la vida misma es todo un canto
si se calla el cantor, muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría.
Horacio Guarany
Y no calló el cantor (el poeta), porque ni sabe, ni quiere, ni puede callar, por más que la salud se empeñe en lo contrario. Aguantó, a veces impertérrito, a veces hierático, casi siempre asombrado y a un paso del rubor, los comentarios elogiosos de las personas que estaban allí para eso. No porque fuera esa su misión, es menos sincera y sentida, al contrario, están ahí para que desde su sinceridad y sentimiento de amistad nos hablen del cantor y su obra.
El escritor elogió su honestidad ética, su rebeldía solidaria, su ironía crítica y su sarcasmo acusador.
El profesor, agradeció la oportunidad de contar de viva voz lo que ya contó por escrito en el propio libro.
Y el cantor (el poeta), recitó. Con la voz quebrada, él dirá que por el tabaco, alguien pudiera opinar que por la emoción, quizás ninguno mienta. Y mientras busca entre sus composiciones la siguiente a declamar, se crece. Se crece porque le llega la energía del auditorio. Un auditorio que ríe con sus recuerdos de barrio antiguo, de personajes memorables, que asiente entre sonriente y cabreado con su denuncia a los profesionales del poder y que, en definitiva, disfruta de y con el cantor (el poeta).
Y el cantor (el poeta), no es solo. No puede ser solo. Y su prolongación le acompaña en el sentimiento, de gozo y exaltación, y canta y ríe con él, con ellos, pues forman un todo. Y el cantor (el poeta) se crece aun más, no se nota la impedimenta, se agiganta y canta. Canta poniendo el alma en la voz, la voz atronadora, la voz quebrada, el dirá por el tabaco, habrá quien piense que es la emoción, quizás ninguno mienta.
Ayer, en el Salón Dorado del Gabinete Literario de Las Palmas de G.C., tuvo lugar la presentación del poemario de Olegario Marrero: El Jardín de los Boliches. Estuvieron junto a él: El escritor y académico, de la Academia Canaria de la Lengua, D. Víctor Ramírez; el profesor D. Juan Fco. González-Díaz; los hijos del poeta: Alejandro y Dacio Marrero Rodríguez, que acompañaron musicalmente el acto y un nutrido grupo de amigos del poeta y de la cultura. Con todos estos ingredientes, lo natural es que el acto resultara una fiesta. Y una fiesta fue.
¡Cómo diablos se va a callar el cantor!