No me extraña nada. Lo raro es que este tipo todavía esté en activo –por decir algo— en política. No sabe lo que es el transporte público, siempre desde hace sesenta años se pasea con coche oficial, chofer, guardaespaldas y secretarios a su servicio. Eso es comprensible que a uno le aparte de la realidad.
Manuel Fraga es un ejemplo de indignidad política, de trepa consumado, de franquista irredento, de falso chaquetero. Y a estas alturas, ya ni siquiera se le entiende, con su paso jacarandoso sigue marcado el compás de la desvergüenza. Ocupando un sitio cuando debería haberse jubilado, y sigue soltando, de vez en cuando, perlas dictatoriales.
La última ha sido sobre Garzón. Al que desea que esté lo más lejos de España que se pueda. Manuel Fraga no sabe que ese deseo lo tenemos muchos sobre él, desde hace más de cuarenta años. ¿Qué puñetas hace un franquista de tomo y lomo en un Senado pretendidamente democrático? ¿Se imaginan ustedes a un general nazi en un gobierno alemán? ¿Alguien cree posible que un responsable de la dictadura argentina fuera diputado?
Fraga sólo ha triunfado durante la dictadura, y en democracia, lo ha hecho, en Galicia. En las elecciones generales siempre ha perdido, pero él sigue ahí, con esa pobreza de espíritu de los que nunca quieren jubilarse porque no tienen vida propia, porque viven para los demás, naturalmente para joderles la vida.
Pues este tipo desea que Garzón esté lejos. Y le comprendo desde su punto de vista. A un individuo que ha defendido a Franco hasta las cachas, que se ha alineado con la dictadura argentina y con Pinochet, lo lógico es que su totalitarismo no le permita conciliar nada con lo que considera el otro bando, “el de los vencidos”.
Pero lo que más le aparta de Garzón son las razones personales. Porque él, es uno de los pocos que viven que compartió y admitió el genocidio franquista, y podría ser juzgado. Y claro, a estas alturas donde los suyos le hacen creer un héroe y los contrarios le respetan todo lo que él no les respetó, temiendo lo peor, no quiere ver a Garzón ni en pintura. Y es que tiene mucho que esconder. Porque Fraga fue uno de los que nos intentó amargar la vida, de los que nos persiguió, de los que consideró siempre que la calle era suya. Fue de los que participaron en consejos de ministros donde se aprobaron penas de muerte –en concreto en 1963, Julián Grimau— y de la que nunca se ha arrepentido y de vez en cuando se vanagloria porque dice que “hizo lo que debía hacer”. Un tipo que mandó manipular un diario del estudiante asesinado Enrique Ruano –según confesó el director de ABC— para que apareciera como culpable y que amenazó con detener a la hermana si el padre de Ruano no cesaba en sus protestas por el asesinato de su hijo. Un tipo que nos tapó la boca y llenó de censores este país. Ese dictadorzuelo que siendo ministro del Interior, ya muerto Franco, tiene a sus espaldas los asesinatos de Montejurra y Vitoria
Este tipo despreciable, sigue ahí, y se permite desear que Garzón se aleje de España. Le teme y sabe que podría llegar a ser juzgado. Y añade para más inri, sin inmutarse que Franco no dejó huella. Sin embargo, nosotros cada mañana, vemos con resignación, y esperando que el tiempo gane la batalla, que en aras de lo que él tanto ha despreciado --la democracia (por cierto, mal entendida)-- el dinosaurio todavía está allí.
Salud y República