Cuanto más consciente me hago, más me doy cuenta de lo inconsciente que soy. Lo cual, no tiene mucho sentido. Pero, ¿acaso algo lo tiene?.
Hace un tiempo creía que me conocía. Bueno, en realidad, siempre he alardeado (interna y externamente) de lo mucho que ‘me sabía’. De mí y de los demás. Con sólo mirarles ‘de arriba a bajo’. Un único suspiro necesitaba para hacerles un perfil. Con todos los estudios que tenía relacionados con psicología y demás…, estaba ‘de vueltas’ de todo eso. Me consideraba una experta. Y sigo teniendo ramalazos de esa ‘consideración’…
Hasta que empecé a conocerme de verdad y vi lo desconocida que me era. Y no porque me hubiera estado evitando, sino porque había algo que me impedía ir más allá. Esos velos de los que tanto hablamos que a saber ‘quién’ quita. Esos ‘¿y por qué ahora lo entiendo y ayer no?’.
Desde entonces, a mis firmezas las envié a tomar viento, aunque sigo jugando a las suposiciones. A los pronósticos. A las intuiciones. Aunque la tonalidad de mi voz sigue siendo contundente. Pero ya no me creo (a mí) nada. Sólo me permito participar… ¿Por qué no?
He acertado muchas veces, pero errado también otras tantas. He juzgado mal. He tachado sin dar oportunidad. He sido muy extrema. Exigente (sigo siéndolo). ‘Cuando me las dan, ya no me las vuelven a tomar más’. Y seguramente, me habré perdido a personas maravillosas por un gesto, un detalle, que me hizo saltar la alarma. Que no me gustó. Pretendiendo que las personas fueran siempre perfectas en lugar de sencilla y simplemente humanas. Como yo.
Evidentemente, todo era un reflejo de cómo me trataba a mí. A medida que me fui relajando…, que fui descubriendo esas partes de mí que hasta el momento no era capaz de ver (porque no me gustaban y el inconsciente que es muy majo me las tapaba) o de reconocer, que fui aceptando que yo de perfecta tenía nada y menos, y que cuanto más me metía en mi interior más sorpresas salían, mi actitud, mi comportamiento y mi visión de los demás también cambiaron.
No fue de un día para otro. Nada lo es. Es un proceso. Y como tal, sigo en ello.
Claro que hay ‘formas’ de ser que no me agradan. Y no tienen por qué hacerlo. Lo de ‘para gustos, colores’ sirve para todo. Algunas son puntuales. Otras permanentes. Pero la diferencia (que no es poca) es que ahora, cuando aparece el juicio, el ‘ufff’, el ‘cuidado’, el ‘ésta es de libro’, me doy un margen e intento no censurar de primeras, como hacía antes.
Porque ‘detrás de’ hay mucho. Y ese mucho, no siempre (casi nunca) lo podemos alcanzar si no es a través de una relación más personal, más íntima, más profunda. Que es cuando se conoce, de verdad, a alguien. Que es cuando llegamos a conocernos de verdad a nosotros mismos. Traspasando esa superficialidad, esa máscara, ese personaje que nos hemos creado y creído, y que puede engañarnos, metérnosla tan bien metida hasta el fondo. Por muy sabelotodo que nos creamos ser… Yo la primera.
La Desconfianza (que surge debido al daño que hemos padecido a causa de un desengaño ‘de lo que sea’ en el pasado) nos lleva a ver lo negativo del otro por encima de lo positivo. Es un mecanismo de defensa que nuestra mente ha creado para protegernos. Pero no es la realidad. Esa persona no es eso malo que pensamos de ella. Lo ‘malo’ es únicamente un recuerdo que recordamos. No tiene nada que ver con ella, sino con experiencias en las que hemos sufrido y que hemos etiquetado como ‘nunca máis’. Y cuando algo o alguien nos las activa, adiós muy buenas. Ahí te quedas que no quiero que me vuelva a salpicar.
Y puede que lo hiciera. Pero puede que no. Y corremos el riesgo que pasarnos la vida huyendo de nuestros recuerdos (con lo agotador que es), en lugar de reconocerlos y dejar de creernos las películas que nos hemos montado sobre ellos. En lugar de quitarles nuestra atención. Nuestra obsesión.
En un momento dado, todos podemos faltar al respeto, insultar, gritar, ofender. Hasta matar. Yo sí sería capaz. Y tanto. Y de muchas otras cosas más por las que nos ponemos las manos en la cabeza cuando las vemos en las noticias. La diferencia es que yo controlo mis impulsos y otros no lo hacen. Ya está. Pero, ¿y si un día no lo hago porque mis tornillos están demasiado apretados?
Ese ‘momento dado’ no nos define. No es quienes somos. Yo no soy todos los miles de pensamientos de todo tipo que me vienen a la cabeza cada día. Ni todo lo que siento. Ni siquiera, lo que hago. E igual que nos puede pasar a nosotros, también le puede pasar a los demás. Pero a ellos les condenamos de por vida. Les ponemos la etiqueta de ‘demonios’, ‘oscuridad’, ‘suciedad’, ‘purria’, ‘delincuentes’, ‘drogadictos’, ‘putas’, ‘borrachos’. Y los aislamos. Para que no nos toquen. Para que no se nos pegue. Y no somos capaces de ver más ahí Dentro. Y ahí dentro, igual que ‘aquí’ dentro, hay mucho más.
Pero nos da miedo mirarles a los ojos porque entonces no nos quedaría más opción que mirar en nuestro interior. E igual, nos vemos reflejados en ellos, nos reconocemos… y tenemos que ‘exiliarnos’ a nosotros también porque no nos gusta lo que encontramos.
Detrás de cada piel, por muy mal que nos huela, hay una historia. Y no suele estar llena de Amor. No deberíamos olvidarlo tan a menudo como lo hacemos. Y en lugar de rechazar, de menospreciar, de pegarle una patada a la dignidad (a la nuestra y a la del otro) quizás tendríamos que intentar utilizar más la Compasión. Ese Sentir tan sanador que nos hace tan bellamente humanos.
La mayoría de los adultos seguimos siendo unos niños a los que nos vistieron el Corazón con un traje de hojalata.
Una mirada de Compasión puede reMover montañas. Entrañas. Penetrar hasta el higadillo. Sobretodo, cuando estás acostumbrado a que te miren (te mires…) con asco. Y producir ese cambio que tanto buscamos en ‘el mundo’.
… Y me adentré en la cueva en la que me había escondido. En la que me perdí. Estaba oscuro. Había tanto silencio que mi ruido me atormentaba. Pero decidí quedarme. Decidí continuar. Decidí que no quería seguir corriendo. Me paré. Me observé. Me sentí. Me abracé. Y lloré. Mucho. Hasta casi desfallecer. Me rendí ante la evidencia de mi gran mentira. Y quien creía ser, se fue. Y quien en realidad era, surgió. Y lo que no me gustaba empezó a encantarme. Y lo que consideraba mis sombras, se transformaron en mi Luz …
” Y en vez de Amarme menos,
cada Instante en que me Veo en el Espejo,
me quiero mucho más.
Y a ti, también. “
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