Rebajas
El sábado pasado comenzaron las esperadas rebajas en Milán, esa época en la que los precios parecen normales y puedes plantearte el comprar ropa y alguna que otra cosa necesaria.
El ser un expatriado low cost te obliga a mirar cada gasto al milímetro, y yo, que llevaba preparándome para ser una expatriada bastante tiempo, tuve que suprimir de mis prioridades la compra compulsiva de ropa que tan feliz me ha hecho siempre. Llegados a este punto, en cuanto me enteré de que comenzaban los “saldi”, no pude menos que buscar una excusa que moralmente me permitiera ir a gastar sin sentirme culpable: “mmm… estas sandalias se me han roto… mejor aprovechar ahora e ir a las rebajas, qué buena suerte tengo!”. Otra excusa que puse muy bien pensada fue la siguiente: “oye Mr. Paulson, podíamos ir a las rebajas este sábado porque así veo cómo son aquí en Italia y lo puedo contar en el blog”. ¿Os ha gustado esa?
Pues armados de valor fuimos a los “saldi” milaneses a un centro comercial muy grande, el “Vulcano” (el mejor sitio para ir a este tipo de eventos donde fundes la tarjeta) y según entré ya pude ver los carteles de colores fluor llamando mi vena-compradora-compulsiva. Al principio les dije: “NO, DEJADME EN PAZ MALDITOS!!” y fui poco a poco andando por el pasillo, con un poco de miedo temiéndome que aún en rebajas no pudiera gastar al precio que estaba dispuesta a gastar.
He de decir como primera cosa, que los milaneses son millones de veces más civilizados en las rebajas que los españoles. Ni una cola larga en las tiendas que no pudiera haber otro día, nada de ropa tirada por todas partes, muy poca gente comprando el primer día de rebajas… vamos, el paraíso. Lo tenía todo en contra mío, todo me invitaba a gastar y gastar sin parar.
Perdiendo la cabeza en las rebajas
Entramos en la primera tienda y… lo reconozco… perdí la cabeza, la cordura y la dignidad low cost que había mantenido tanto tiempo. Los ojos me hacían chiribitas al ver precios muy asequibles, casi regalos del cielo que yo debía tener en mi armario… no pude cotrolarme…. se me cambió la cara, me entraron unos sudores fríos… tenía que gastar… y gasté. Estuve en una tienda taaaaanto tiempo probándome cosas a precios irrisorios que vino Mr. Paulson a buscarme y a preguntarme que qué estaba pasando y que por qué tardaba tanto. A cierto punto tuve la voluntad y valor de decir BASTA y le dije: “Vámonos de aquí! Rápido! Fuera del centro comercial!” pues no podía controlar mis instintos compriles.
Qué vida tan dura esta del low cost.
No contenta con esto, ayer decidí que tenía que documentar mejor mi post sobre las rebajas acercándome a las tiendas del centro (una buena periodista busca varias fuentes) y así hice. Sin embargo, esta vez me porté muy muy bien y mantuve la tarjeta en el monedero todo el tiempo. Algo afectó el hecho de que las rebajas en el centro no son tan guay como en el centro comercial. Encontré más gente, más ropa tirada y ya no tantas cosas que me animaran a comprar.
Conclusión: aunque os de miedo, si venis a Milán y tenéis la suerte de que empiezan los “saldi”, id a un centro comercial el primer día que empiezan y no os arrepentiréis.