Como
la actualidad obliga, dejaremos para entregas siguientes el análisis de
presidentes ‘persas’, comentando el Barça-Madrid de este sábado.
Como
todos los partidos de este nivel, se
presentaba con un favorito previsible; en este caso los blaugranas. Pero,
también, con la incertidumbre que siempre generan: lleguen como lleguen
merengues y culés, a un partido puede suceder cualquier cosa, y, normalmente,
suele jugar mejor quien está peor clasificado. Y existe, además, otra incógnita:
cuál de los dos técnicos trata de sorprender a su rival encarando el partido
con algún invento sobre la marcha, renunciando a las señas de identidad previas
que lo hacen reconocible sobre el terreno.
Y
esta ocasión no ha sido menos que otras muy recordadas. Así, Ancelotti tiró del manual italiano que
le es propio de cuna para enmarañar el
medio campo, desde donde los barcelonistas crean su inmensa superioridad. Y lo
hizo sacrificando la idea de buen fútbol que está ensayando desde el principio
de temporada aunque los resultados no hayan sido brillantes. Con Ramos de medio centro, Kedhira y Modric de interiores y los tres de arriba, Bale y Di María sobre
todo, muy flexionados también hacia atrás y Cristiano fijo en su banda,
trataba de impedir que Xavi, Iniesta, Cesc Busquets y Alves
trenzaran con sus dos delanteros figurones.
Durante
los primeros minutos el invento funcionó: el Barça tocando en su propio campo
con Piqué y Mascherano como máximos exponentes. Eso, más el detalle táctico de
que Alves no se incorporara al ataque, como en él es habitual, dejando a Messi sin su principal habilitador de
espacios para arrancar desde la derecha, y a Neymar sin receptor recurrente cuando se pasa en sus diagonales,
fueron claves en el aparente control blanco de la situación. Pero claro, cuando
se juega contra natura, el rigor esquemático no dura demasiado. Y hubo un par
de matices que liquidaron el ‘sistema italiano’ de don Carlo. Ronaldo se cansó
de que no le llegaran balones,
abandonando su estatismo en la banda izquierda para ir a buscarlos, y
Ramos usó los codos demasiado en el medio campo, como se suele hacer con
escasas sanciones en los bordes del área propia, o dentro de ella. Resultado:
que Alves empezó a asomarse por su
banda al balcón madridista y que el sevillano, tras una tarjeta por reiteración
en lo señalado, hubo de bajar el pistón defensivo. Y en ese momento encontró el
Barça su juego de siempre. Le bastó un cuarto de hora de buen fútbol para que
Xavi e Iniesta encontraran un par de huecos desde su exquisita clase y crearan
dos situaciones de gol. Una la convirtió Neymar con algo de suerte y la otra la
desperdició increíblemente Messi con todo a su favor.
Comentaba
con algunos amigos viendo el partido que me parecía absurdo desperdiciar a dos
baluartes como Illarra e Isco
calentando banquillo. Y es que, no se puede afrontar con garantías un partido
frente al mejor medio campo del mundo sin medio campo propio. Puede sonar la
flauta en un saque de esquina o una falta, sí, pero eso lo hace un equipo
menor. Todo un Real Madrid debe tener más y mejores argumentos para ganar
cualquier partido. Y tal certeza se pudo observar en cuanto el técnico italiano
dio entrada a Illarramendi, quitando a un Ramos que anduvo perdido en su
novedosa situación de medio centro persiguiendo sombras y sin poder emplearse
con su fuerza habitual en el centro de la defensa, donde sí se le echó de menos
en más de una ocasión.
Y
la guinda a lo que debe ser el sabroso pastel merengue fue la entrada de Jesse, quien le dio otro aire a la roma
delantera blanca del sábado en el Nou Camp: sólo una ocasión clara de Ronaldo
con Valdés al quite soberbio, y un
gran disparo del ‘guadianesco’ Benzema
al palo, aparte del buen gol del canterano canario, no justifican los
millonarios desembolsos puestos en el campo por el Real. ¿Para cuándo los
jóvenes al poder? No entiendo que Illarra, Isco, Morata y Jesse no sean titulares en este equipo.
¿Y
el árbitro? Pues hubo de todo. Busquets se llevó una tarjeta muy dudosa
enseguida, Ramos debió ver la roja antes de la media hora por dos codazos
tontos y Pepe le hizo un penalti
claro a Cesc. ¿El de Ronaldo? Pudo ser,
pero en Europa tampoco se hubiera pitado.
Más fútbol creativo, menos inventos y fuera
excusas lloronas.