Exagerando un poco, el suspiro de alivio del primer ministro británico David Cameron cuando la pasada madrugada supo que los escoceses habían decidido seguir formando parte de la Union Jack debió disipar de un plumazo la niebla matutina londinense. No digamos nada de Bruselas, en donde se contuvo la respiración durante toda la jornada no fuera a empezar a descoserse el mal zurcido traje de la Unión Europea por las costuras de Escocia. O de los infalibles mercados, que ayer tarde ya daban el “no” por descontado y se lanzaban a una vorágine de compras que ha continuado esta mañana mejorada y aumentada.
Suspiro de España
Pero para suspiro de verdad y de los grandes el que ha dado Mariano Rajoy , tan fuerte y tan alto que se ha podido sentir en toda España, sobre todo en Cataluña. Fiel a sus principios de que no lo molesten con preguntas incómodas, a primera hora de la mañana grabó un vídeo que envió raudo a las televisiones con su valoración del resultado escocés. En él, mirando fijamente a cámara y poniendo su rictus más solemne e institucional, aseguró que “los escoceses han evitado las graves consecuencias de la separación”. No dejó pasar por alto que el referéndum escocés se ha celebrado “con escrupuloso respeto a la legalidad de su país” y remató afirmando que “todos estamos muy felices de que Escocia siga con nosotros”.
No hace falta leer nada entre líneas de la intervención enlatada de Rajoy para saber a quién iba dirigido el mensaje, que no era ni a Cameron ni a los escoceses de los que tan feliz se siente el presidente de que “sigan con nosotros”. Si no fuera por lo que se ventila en Cataluña o lo que podría ponerse de nuevo en marcha en el País Vasco e incluso Canarias, es poco probable que a Rajoy le importara gran cosa que los escoceses se independizaran o no del Reino Unido o que se constituyeran todos en una comuna hippie. Había que lanzar un mensaje claro y diáfano a los nacionalistas catalanes y eso es lo que hizo el presidente intentando disimular su satisfacción.
No hay cambio de guión en España
En Barcelona, el presidente Artur Mas también se vio en la necesidad de comparecer ante los medios a echar su cuarto a espadas sobre el “no” escocés y allí le dio la vuelta a las palabras de Rajoy y dijo que “lo que une es votar y lo que separa es no votar”. Bonita frase para la posteridad si no fuera porque ni Cataluña es Escocia ni España el Reino Unido, y no sólo por sus diferencias históricas. Es verdad que el proceso para el referéndum escocés merece ser considerado un ejemplo de pulcritud democrática, que la participación ha sido elevadísima y que la campaña se ha desarrollado sin zancadillas y con los líderes políticos expresando sus puntos de vista con absoluta normalidad.
Por desgracia, algo así es a día de hoy muy difícil de imaginar en España, bien porque nuestra democracia no es lo suficientemente vieja y asentada o bien porque nos sobra la sangre caliente que a los británicos tal vez les falta y que ellos llaman flema. A algunos esto les puede sonar tópico pero no creo que lo sea, la búsqueda de salidas negociadas que eviten el enfrentamiento inútil y la frialdad de cabeza con la que en el Reino Unido se ha afrontado el reto independentista escocés es algo que a los británicos les sobra y a nosotros nos falta. De manera que, salvo enfriar un poco y por unos días el ardor independentista catalán, tengo para mí que el resultado del referéndum escocés no va a mover un ápice de sus posiciones a Madrid y su obsesión con el cumplimiento de las leyes y a Barcelona y su mantra sobre el derecho a decidir. Las intervenciones hoy de Rajoy y de Artur Mas así lo corroboran, por lo que lo único que cabe esperar es que el presidente catalán continúe adelante con la convocatoria de la consulta del 9 de noviembre y que el presidente español se la pare en el Tribunal Constitucional. A partir de ahí queda por saber si se celebrará a pesar de todo o si Mas adelanta las elecciones. Ese será el siguiente capítulo de lo que el otro día llamaba el “monotema catalán” que habremos de padecer aún durante bastante tiempo más.
El futuro de Escocia
Respecto a Escocia y al Reino Unido también se ha abierto hoy un nuevo capítulo. El “no” a la independencia no supone que las cosas vayan a quedar igual que estaban antes de votar. Cameron se empleó a fondo contra la independencia ofreciendo a los escoceses mayores niveles de autogobierno que no tendrá más remedio que hacer extensibles a galeses, ingleses e irlandeses del norte. Se mire como se mire, ese es un triunfo que pueden apuntarse en su haber los partidarios del “sí”. Sin duda, la incertidumbre sobre la nueva moneda nacional, la marcha de las grandes empresas radicadas en Escocia, la seguridad del país, el carácter finito de las reservas de petróleo y la pertenencia futura a organizaciones internacionales como la UE, la ONU o la OTÁN han sido escollos decisivos para que el 55% de los escoceses dijera ayer “no” a la independencia.
Puede que el 44% que dijo “sí” no esté hoy muy contento pero seguramente también es consciente de que, aún perdiendo ayer en las urnas, su país ha ganado. No digo que todos estén igual de contentos – de hecho, el ministro principal y líder del Partido Nacionalista Escocés, Alex Salmond, acaba de dimitir y lo ha hecho con la máxima serenidad, sin aspavientos ni frases de rencor. Creo que, en realidad nadie está absolutamente descontento con el resultado y mucho menos nadie se ha echado al monte a luchar por la independencia escocesa. En España sería deseable un desenlace similar o parecido pero, como ya digo, nos falta flema y nos sobra ardor guerrero.