Toda la vida fingiendo ser quien no era, simulando estar feliz al lado de la familia, torturado en la soledad de esos espacios sin luz que atrapaban más que cualquier atadura real, viviendo una vida prestada, de puro engaño, soñando con salir del closet para hacer un camino propio y encontrar la identidad verdadera.
Pero no era fácil, por todo lo que implicaba la soledad y la falta de apoyo que no siempre podían manejarse sin las herramientas necesarias para hacerlo, además salir del closet implicaría una nueva realidad en donde el resto le vería de una forma diferente, quizás como era de verdad, pero eso le causaba mucha angustia, miedo y era muy difícil de lidiar, aunque era lo que realmente quería.
Sin embargo, salir del closet era tan necesario para él como el aire que respiraba, encontrarse a sí mismo y aventurarse a ser conocido sin las simulaciones de una falsa felicidad que lo ahogaba, pero a su vez sería sentirse sin el apoyo de la familia que era lo único que hasta ahora conocía y que seguramente no lo buscarían y lo olvidarían.
Sentía como si el veneno le recorriese el cuerpo, pero ese mismo veneno era el que utilizaría para sobrevivir, le daría fuerza para enfrentarse a los retos que le esperaban y le permitiría la subsistencia en un mundo de animales en donde sobrevivía siempre el más fuerte, siendo además atacado con mucha furia aquél que era diferente.
Tenía un profundo miedo porque una vez apartado de su familia se expondría ante todos los extraños tal y como era, pero en total soledad, saliendo de la oscuridad que el closet le había brindado hasta ahora, con el cobijo de los suyos. Sin embargo, eso nunca le había permitido desarrollarse con una identidad propia.
Era raro cuando estaba solo, porque las reglas de su casa eran muy estrictas y siempre había la amenaza de que si no se cumplían podía sobrevenir la muerte. No lo dudó más, era la oportunidad de salir del closet y enfrentarse a la realidad, sin importar las consecuencias y lo hizo.
Desde el agujero al fondo de la pared del closet saltó y cayó en los zapatos, se colocó por la rendija que quedaba entre las dos puertas y finalmente estuvo afuera solo, y no en pareja, como era la costumbre entre los escorpiones, dio un último brinco y todo el mundo se abrió para él aprovechando la ausencia familiar, el pequeño escorpión corrió pegado a la pared, había salido del closet y se alejaría, ya nunca más su familia sabría de él, ni viceversa.