Y hay días en los cuales el corazón como que te desborda de amor hacia tu familia. Ahí, cuando los ves crecer. Ese instante donde te das cuenta que el tiempo no pasó en vano, que aprendieron, cumplieron sus propias metas, se superaron, a su ritmo, a su tiempo. Hermosos nuestros hijos.
Y te encontras en la mirada de tu hijo que cómplice, sonrie feliz, con paz en el corazón y amor, mucho amor, en el alma.
Esa pureza que te demuestra que vas por buen camino, porque él, en su infancia es feliz. Y que ésta felicidad, esta emoción de lograr avanzar con la tranquilidad que necesita es la que vale más.
Tenemos una dicha tan grande de verlos crecer, una responsabilidad enorme para que ellos lo hagan con la paz que necesitan para convertirse en gente de la buena.
Pequeños momentos, grandes logros. De ellos, que a nosotras nos hacen lagrimear de alegría, hincharnos de emoción, así, queriendo gritar en la calle, por la ventana, que nuestra familia es única, es lo más, y es nuestra.
Y estos momentos son los que cuentan, porque son los mejores recuerdos que les podemos dar.
Que sientan, en su corazón, que los amamos con todo nuestro ser.
Ayer, hoy, siempre
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