Si en el artículo anterior conseguíamos unos datos que nos permitían calibrar de forma numérica el negativo impacto que el fraude fiscal tiene en nuestras cuentas, en este artículo tornamos brevemente los ojos a otro tema mucho más agradecido e importante: la educación.
Pero, de nuevo, la idea es poner en cifras esa importancia que, cualitativa e intuitivamente concedemos a la educación como motor de la innovación y el progreso a medio y largo plazo.
En la misma fuente, el libro 'España 3.0. Necesitamos resetear el país' de Javier Santiso, me encuentro con un dato que pone en perspectiva numérica, y de nuevo en referencia al PIB, la relevancia de la educación.
Nos cuenta el autor, citando a Luis Garicano:
el impacto de la educación es descomunal: para un país, una mejora en los tests de PISA de la OCDE (que evalúan el rendimiento de los estudiantes en la mayoría de los países) supone una tasa de crecimiento promedio anual del PIB per cápita de dos puntos porcentuales.
Si el dato del fraude fiscal era impresionante, éste no lo es menos.
No es ya el impacto que en el desarrollo personal, la realización o las oportunidades profesionales tiene la educación, es que, además, vemos que tiene un impacto tangible, y más que notable nada menos que en el PIB.
Si no lo hacemos por nosotros o por nuestros hijos, hagamoslo al menos por el crecimiento económico del país ¿no?